En uno de los despliegues policiales m�s importantes de los �ltimos a�os, con alrededor de dos centenares de uniformados implicados, la Ertzaintza detuvo ayer a seis de los ocho donostiarras condenados por el Tribunal Supremo. Desde el primer momento fue abrumador el n�mero de fotograf�as, v�deos y testimonios que describieron lo ocurrido en las tres horas que dur� el operativo, y pr�cticamente todo el mundo ha tenido noticia de lo ocurrido en Donostia. Y lo que ha pasado es que la lista de j�venes encarcelados por su militancia abertzale es ahora m�s larga, un hecho lamentable que sit�a el escenario pol�tico vasco en par�metros de enfrentamiento y represi�n. En clave de pasado que es presente.

Sin embargo, en estos �ltimos d�as tambi�n ha ocurrido otra cosa, algo que las personas reunidas a primera hora en el Boulevard sent�an a flor de piel, pero que probablemente les ser�a complicado explicar con palabras. �Aske Gunea, primavera vasca� titulaba este diario la edici�n especial que distribuy� en la tarde de ayer, y probablemente este sea el t�rmino que mejor se acerca al �nimo que ha reinado en las miles de personas que durante nueve d�as han pasado por ese espacio de solidaridad, y en las miles y miles que a trav�s de las redes sociales y de los medios de comunicaci�n -aquellos que no han ocultado la noticia- han ido siguiendo lo que ocurr�a en cada momento. Han sido jornadas muy emotivas, y los sentimientos acumulados en este tiempo son personales e intransferibles. Pero existe tambi�n un convencimiento compartido de haber puesto los mimbres de algo nuevo, liberador.

El muro popular que tantas voces demandaban ha cobrado forma a trav�s de un ejercicio de solidaridad desobediente, de determinaci�n e insumisi�n colectiva. �Aske Gunea� marca un antes y un despu�s. Esa es la convicci�n que comparte hoy mucha gente. Esta vez no se ha podido evitar la injusticia, pero se han puesto los cimientos para levantar un muro infranqueable.