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ASKE GUNEA, PRIMAVERA VASCA

Aske Gunea marca un hito contra la represión política

La Ertzaintza necesitó casi tres horas para llevarse a seis jóvenes protegidos por cientos de personas más. Los condenados son sacados rápidamente de Martutene, donde hoy habrá una protesta

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Ion TELLERIA - Oihane LARRETXEA

En cuestión de minutos las sirenas de las que disponía Aske Gunea para avisar de la llegada de los ertzainas sonaron dos veces. Instintivamente, sin contemplaciones, los presentes se encadenaron unos a otros enlazando sus brazos hasta tejer este muro popular que ha marcado un antes y un después.

Las sirenas también despertaron a los vecinos y vecinas de la Parte Vieja. A la mayoría les pilló con un ojo abierto. Tal y como relataron a GARA algunos de ellos, conciliar el sueño había resultado casi imposible: «Sabiendo que podían llegar en cualquier momento, hemos pasado la noche en un `ay'».

La cacerolada que estaba prevista en caso de una intervención policial también surtió efecto en esta zona. Prácticamente con lo puesto, desde el interior de este barrio, todavía de noche, salían vecinos que intentaban en vano acercarse hasta el Boulevard. Nadie pudo arribar, ni siquiera acercarse, al mantener decenas de agentes todos los accesos bloqueados. Resultaba imposible salir y entrar al barrio; había que desplazarse hasta el muelle o hasta el Teatro Victoria Eugenia. El tráfico también estuvo totalmente cortado durante varias horas hasta la Avenida de la Libertad.

La de ayer no era la primera alarma, pero existía la sensación de que era la última. La noche anterior, antes de echarse a dormir, la tensión resultaba palpable. Las sospechas se confirmaron al ver, alrededor de las 6.00, las decenas de furgonetas.

Los más de 200 agentes enviados hasta Aske Gunea formaron un fuerte cinturón alrededor del muro popular, para entonces formado sólidamente.

Los jóvenes no se amedrentaron, y se multiplicaron los gritos en apoyo a los condenados. También los abrazos eran una constante. Ante la intención de permanecer en el lugar, el mando que dirigía la operación advirtió mediante megafonía de que aquella actitud podría acarrear faltas administrativas o penales. El agente repitió tres veces el mismo mensaje, respondido con silbidos y gritos de «Presoak kalera amnistía osoa».

Después de llevarse primero a las personas que estaban fuera del muro popular, comenzaron por la primera fila de este tupido bloque humano. Voces y más voces pedían que nadie cediera y se sujetaran con firmeza. La Policía autonómica solo pudo avanzar metro a metro.

Cantando ante las agresiones

A partir de ahí comenzaron los golpes, los tirones de pelo y las amenazas -una chica denunció intimidaciones sobre violaciones-. Una a una, las personas eran conducidas, incluso arrastradas, hasta la entrada de la calle Mayor, donde se fueron congregando cada vez más personas. Algunas de ellas, una vez que se reencontraban con conocidos y amigos, sufrieron ataques de nervios y leves mareos, debido a la tensión acumulada durante los últimos días y en especial durante las últimas horas.

Cerca de allí había una ambulancia para atender a los heridos, pero quienes se encontraban en este punto de la calle Mayor no podían acceder hasta ella debido al cordón policial. Aquí también la solidaridad fue un hecho, ya que los jóvenes se atendieron los unos a los otros. Los voluntarios sanitarios de Aske Gunea también estaban preparados.

Los ertzainas soltaban a los que iban desalojando con un empujón o zarandeo final. Para calmar el dolor de los golpes y porrazos, se llevaron hasta el lugar agua y hielo, empleados para enfriar los hematomas.

Los sentimientos de rabia, de impotencia, de dolor... provocaron más de una lágrima. Se las secaban, se abrazaban, y volvían a posicionarse. Nadie estaba dispuesto a abandonar el lugar, a rendirse.

La gente se fue agolpando de tal manera junto al Teatro Principal de la calle Mayor que parte de la multitud dio la vuelta a la manzana para crear otro muro de apoyo en la calle Igentea. Cuando este espacio también se quedó pequeño, levantaron otro en la calle Hernani. Cientos de personas decidieron entonces sentarse en el suelo a fin de bloquear el paso.

A medida que los agentes accedían al interior de Aske Gunea la violencia aumentaba, aunque en un principio parecía que la actitud general de los más de 200 agentes era de relativa calma. En los puntos de apoyo de la calle Mayor, Igentea y Hernani hubo más de un amago de agredir a los jóvenes. En una de las ocasiones estos respondieron cantando el «Eusko gudariak» puño en alto. También se escuchó con fuerza ``Lepoan hartu ta segi aurrera'', como señal de que esta lucha será larga pero no faltarán los relevos. Todo ello de modo totalmente pacífico. De hecho, la noche anterior desde Aske Gunea avisaron de que si alguien de los presentes utilizaba la violencia no sería «uno de nosotros», sino un agente infiltrado.

Habían pasado dos horas desde que se activó el dispositivo cuando la Ertzaintza llegó hasta el corazón del muro popular, llevándose a Adur Fernández, el primero de los condenados que detuvieron. Detrás de él sacaron a Ekaitz Ezkerra, Egoi Alberdi, Aitor Olaizola, Mikel Arretxe y Oier Lorente, este último cuando el reloj iba ya hacia las 9.00. Es decir, tres horas después de la llegada de la Ertzaintza.

Las furgonetas en las que fueron introducidos los seis detenidos arrancaron la marcha en sentido contrario por la calzada del Boulevard. La sentada reaccionó en seguida: se levantó y corrieron hacia la plaza Gipuzkoa para impedir, sin éxito, el paso de los vehículos.

Hacia las 9.45, el dispositivo que se llevó consigo a seis donostiarras se dio por finalizado, dejando tras de si un intensísimo amanecer que difícilmente se olvidará.

«Para siempre»

De vuelta al kiosko del Boulevard, era la hora de ponerse a trabajar: limpiar la zona, recuperar los objetos personales y apilar todo lo desperdigado, como zapatos sueltos -hubo quien acabó descalzo-, bolsos, sacos de dormir, etcétera.

En seguida desde Aske Gunea publicaron un tuit de felicitación. El amargor por las detenciones era innegable, pero sobre él flotaba la sensación de que habían ganado. «Lo que hemos construido permanecerá para siempre», aseguraron.

Horas más tarde hicieron una valoración más extensa, en la que denunciaron la injusta orden que llegaba desde Madrid y que Lakua había obedecido. No obstante, también en esta ocasión resaltaron «la victoria del pueblo en defensa de los derechos políticos y civiles», insistiendo en que «hemos dado un paso adelante».

 

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