Iñaki LEKUONA | Periodista
El agujero español
España no sabe si se encuentra en un agujero o si ya de por sí lo es, tan negro como los «hilillos de plastilina» que no dejaban de fluir del casco sumergido del Prestige, esos con los que Mariano Rajoy comenzó a modelar su intachable figura política internacional. Todavía no se sabe si el presidente entra o sale de este pozo que lleva a la cloaca del Estado, allí donde se han venido incubando innumerables huevos de oro públicos que unos pájaros se han encargado de privatizar, allí donde conviven todas las miserias de un país entregado por sus responsables políticos al carroñerismo económico, a la corrupción obscena y a la degradación social.
Hasta ahora, el agujero español, aun siendo considerable, lograba permanecer tapado mediante una mezcla de fútbol, toros y tonadilleras, al que se le sumaba un agente extremadamente consolidante como lo fue durante años la actividad de ETA. Pero hoy día, entre que el hoyo se les ha hecho demasiado grande, y que hay tanta desgracia social dentro, y que ETA ha cesado en su actividad, Madrid ya no sabe cómo esconder su boquete. Y como Rajoy sigue siendo igualmente incapaz que hace once años de dar respuesta a los problemas, continua minimizando su desastre e intentando desviar la atención agitando un conflicto que cada vez distrae menos. Sólo así se entiende que su gobierno haya encerrado a seis jóvenes por su mera implicación política o que mantenga a otros en la cárcel cuando tendrían que estar fuera. Sabe también el presidente de plastilina que por ese camino político este pueblo acabará abandonando el agujero español. Y trata a toda costa de evitarlo, sin querer comprender que la brecha ya está abierta.