Raimundo Fitero
Que hablen
Pero mientras esto sucede, y la iniciativa ciudadana logra que se reconstruya lo sucedido en la fatal noche en la que murió por la violencia policial el joven Iñigo Cabacas, cuando se escuchan las delirantes órdenes de la jerarquía policial, lo que nos confirma que el odio, la venganza, los huevos de la serpiente de la violencia institucional anidan en comisarías y cuartelillos porque se sienten con total impunidad. Hacen lo que siempre han hecho, para lo que han sido entrenados en la Consejería de Interior. Para reventar concentraciones, para atacar sedes, para criminalizar a los jóvenes vascos que no están de acuerdo con la situación política y económica actual. Barra libre.
Y para muestra las declaraciones de José Luis Morcillo confesando el asesinato de Santi Brouard. Lo reconoce engreído, como satisfecho, señala alegremente quién le encargó el trabajo, quién lo pagó, y como ha prescrito, todos tan tranquilos. Lo sabíamos, pero duele escucharlo de nuevo. Y en sus juegos sucios, ahora a dos mandos policiales con Rubalcaba, el actual fiscal general, ordena que les imputen colaboración con banda armada, por un supuesto chivatazo. El caso Faisán sigue volando. Venganzas. Pero lo gordo es que sale en defensa de los maderos el secretario del Sindicato Unificado de Policía y suelta: «parece que están provocando que esos policías cuenten las numerosas acciones ilegales que se han hecho en el sur de Francia contra ETA con todos los gobiernos». Eso, que lo cuenten. Que hablen. Tienen impunidad. Si lo dicen ellos, será verdad. La guerra sucia continúa.