DERBI OSASUNA-REAL
El juego y el gol se perdieron un derbi bueno, bonito y barato en la grada
El último derbi vasco de la temporada recuperó sensaciones de los primeros 80: Fiesta desde Alde Zaharra a Cordovilla, fraternidad evidente, una grada a reventar y una pelea de voces tan intensa como la que se libró en el verde. No es tan difícil llenar los campos: bastan buen rollo, un precio asequible y un horario lógico.
En estos tiempos en que tanto se exalta el ejemplo de la Bundesliga, el derbi de El Sadar demostró que volver a conseguir un ambiente similar aquí no es imposible. El problema estriba en que para eso se tienen que alinear varios astros. El principal, un precio asequible (miles de rojillos, y de txuriurdines «invitados», entraron ayer al campo por diez euros gracias a la promoción de Osasuna). También un día y horario propicio (las 19.00, quizás el mejor). Luego, dos equipos con mucho en disputa (unos y otros debatían en la grada sobre quién se jugaba más). Y, por último, buen rollo entre las hinchadas.
Como buenos anfitriones, los rojillos dejaron que Alde Zaharra tomara esta vez color mayoritariamente txuriurdin, y es que las peñas rojillas celebraban su día grande en la vecina Cordovilla, con una comida de más de 800 personas. En realidad, hubo hermanamiento en los dos lugares: en «lo viejo» las aficiones disfrutaron juntas de vermú, comida y sobremesa sin prisas, mientras que a Cordovilla se acercaron también un par de peñas realistas.
A las 19.00, la grada echaba humo como en los derbis más calientes de los primeros 80, cuando Osasuna gozaba a tope su retorno a Primera y la Real se jugaba las ligas. El reventón de ayer en El Sadar -19.620 espectadores- fue de los de hacer época, con camisetas txuriurdines diseminadas por todo el campo. Algunos donostiarras se animaron con el «Riau-riau» de entrada, lanzado esta vez desde la megafonía. Cada uno empujó a los suyos usando la misma melodía -``Goazen Osasuna'', ``Goazen Erreala''-. Rojos y blanquiazules rieron en camaradería la caída de Mateu Lahoz atropellado por Markel Bergara y hasta corearon juntos el ``UPN kanpora!'' iniciado desde el córner de Indar Gorri.
Se luchó en cada asiento de la grada como en el mismo césped, pero sin que nada enturbiara el empate técnico. Con el paso de los minutos emergió la constatación de que competían dos equipos muy distintos pero que se neutralizaban mutuamente, y se asentó la impresión de que el empate no era el final de fiesta más deseado a priori, pero tampoco estaba mal.
A los hinchas rojillos se les fue acabando el fuelle (cuatro partidos en casa sin cantar un gol pesan lo suyo) y a los donostiarras se les notó algo nostálgicos por la falta de juego tras las anteriores exhibiciones. Falló también el gol, lo que en un partido así es como buen sexo sin orgasmo, y más aún al final de un día que había estado bien regado -las colas en los urinarios daban fe-. Pero a la salida todos parecieron contentos, o al menos con ganas de repetir, que no es poco en estos tiempos.