Vieja ley del silencio, nueva cultura policial
La ley del silencio suele rodear a la brutalidad policial, la omertà es consensuada, exige una lealtad absoluta y constituye un código de honor entre los funcionarios policiales y sus jerarquías políticas. Es algo habitual en la «cultura policial» que no deja margen para las ingenuidades ni para las sorpresas. Y en ese sentido, la Ertzaintza no es una excepción. GARA publica hoy la noticia de que los sindicatos de la Policía autonómica han recibido muy mal la decisión del Departamento de Seguridad de apartar a seis ertzainas implicados en la carga que mató a Iñigo Cabacas y han exigido a su titular, Estefanía Beltrán de Heredia, garantías «para que no nos dejen tirados». Interpretan, a su manera, que esa medida -que se ha tomado para protegerlos e incluso conlleva aumento salarial- rompe la ley del silencio y los códigos de defensa corporativa. Así, apuestan abiertamente por perpetuar el clima de impunidad que ha permitido que la brutalidad y los abusos hayan persistido hasta hoy y se proyecten amenazantes de cara al futuro.
En este asunto, la consejera de Seguridad se la juega. No puede dejarse chantajear por los sindicatos de la Ertzaintza ni por un problema heredado. Y no está de más insistir en cuáles son las implicaciones de lo que está en juego. El «caso Cabacas» no podrá resolverse, aunque algunos crean que es la forma más sencilla de hacerlo, mediante el paradigma de la manzana podrida. La idea de un «accidente fatal» o de un «defecto» de conducta profesional son explicaciones simplistas que, además de hirientes para familiares y amigos de Cabacas, buscan evitar el examen de factores sistémicos, de modelo y de cultura policial, de la impunidad y de sus complicidades.
No solo está sobre la mesa el hecho de hacer justicia, sino la opción de un cambio de modelo policial, de reemplazar las bases sobre las que se asienta la brutalidad. Dejarse ganar el pulso que le plantean los sindicatos de la Ertzaintza certificaría la apuesta política por un sistema y una cultura policial que no ofrece garantías de no repetición de muertes como la de Iñigo Cabacas.