Koldo CAMPOS Escritor
Alharaca y silencio
Sabido es que, en los grandes medios de comunicación, ni siquiera la muerte nos iguala, que hay muertos con nombre y con memoria, como hay otros que son fugaces cifras, viento.
Lo que no es habitual es que tres estadounidenses muertos en Boston pesen mucho más que los 40, y el número aumenta, de estadounidenses muertos en Texas tras explotar una fábrica de fertilizantes que carecía de medidas de seguridad, multada por negligencia, que ya había sufrido accidentes en el pasado y de la que venían quejándose los vecinos por el olor a amoníaco que desprendía. Cincuenta edificios arrasados, decenas de muertos y la evacuación del pueblo.
La diferencia es que en Boston se habla de atentado, en Texas de «accidente». Los viejos rencores generan terrorismo y el nuevo progreso provoca contratiempos.
Para enfrentar los odios, se nos dice, ya contamos con la eficacia de la Policía.
Para sobrevenir a las desgracias que el impune afán de lucro ocasiona, nos queda el consuelo de haber tenido empleo en medio de esta crisis, así fuera en una fábrica de fertilizantes, en una plataforma petrolera o en una central nuclear; o la satisfacción, en la era de los desahucios, de haber disfrutado una vivienda, fuese al lado de un gaseoducto, de una empresa química, de una fundición, vertedero o minería.
Por ello no es conveniente para los medios de comunicación, que son parte del negocio, ir demasiado lejos en los recuentos de víctimas que el «desarrollo» deja o en las consecuencias ambientales que genera el «progreso».
Por ello la alharaca en Boston y el silencio en Texas.