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Final del Parejas

La cuadratura del círculo de Pablo

Con 15 años como profesional recién cumplidos y 10 después del fallecimiento de su padre, en cuyo honor ha cambiado su nombre deportivo al de Berasaluze II, el de Berriz puede conseguir su primera txapela, tres décadas después de la última para Bizkaia.

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Jon ORMAZABAL

Si el desenlace de este Parejas 2013 estuviera ya escrito y de él se hubiera encargado un guionista de Hollywood, seguramente las apuestas no estarían decantadas a favor de Martínez de Irujo y Zabaleta. Si no estuviéramos hablando de deporte y fueran los aspectos emocionales los que marcaran el destino de las preciadas txapelas, estas estarían ya camino a Berriz, para cerrar el año más especial de Berasaluze II, el recién estrenado nombre deportivo de Pablo, en honor a su padre, José Antonio, fallecido hace ahora 10 años.

Y es que, el momento actual del delantero vizcaino se parece muy mucho a una de esas conjunciones astrales de las que parece imposible escapar. Sobre todo, porque 15 años después de que debutara en Bergara -con Ceceaga de zaguero ante Lejardi-Armendariz- el pelotari de Asegarce atraviesa el mejor momento deportivo de su extensa e irregular carrera. «Creo que le damos quizá demasiada importancia a los títulos. Es verdad que la gente al final mira a los campeonatos pero a un pelotari hay que analizarle también su trabajo todo el año y durante todos los años. Yo creo que en los últimos seis o siete años he hecho un gran trabajo, quizá en los campeonatos no he estado en semifinales y tal, pero en verano he trabajado mucho, he jugado muchos partidos, siempre a un nivel bastante bueno y estoy muy a gusto con mi trabajo».

Sucede que las expectativas que los pelotazales más asiduos de los frontones habían depositado en aquel menudo chaval que desde los cuatro años había ocupado una de las primeras butacas del Astelena o del Municipal de Bergara, habían sido enormes. A las cinco semanas de su debut, conocedora de su «duende», la empresa ya lo programó en estelares con Rubén Beloki y en su segundo año disputó su primera y hasta ahora única final como profesional, la disputada junto al zaguero de Burlata. Nagore-Errandonea los apartaron de la gloria en un año en el que, tras la irrupción de Aspe, cada empresa organizó su propio campeonato.

Esa primera gran decepción fue el preludio de una época felizmente superada en la que, con el fallecimiento de su padre como mazazo definitivo, a Pablo Berasaluze le tocó descubrir los infiernos de la pelota.

Afortunadamente, la irrupción en su vida del exmanista Hodei Beobide y de su actual botillero y preparador Josetxo Areitio, un recién llegado a la pelota tras su etapa como entrenador de Cultural de Durango y Deportivo Alavés, supuso ese punto de inflexión que necesitaba la carrera profesional.

2007 fue el comienzo de su recuperación y un año después volvió a recuperar protagonismo en los estelares, un sitio mucho más acorde a su calidad que los terceros partidos a los que se había visto relegado poco tiempo antes.

Esa progresión exponencial no tuvo fin y en la actual temporada, con 35 años cumplidos, ha tocado su techo profesional, con su clasificación para la semifinal del Cuatro y Medio y alcanzando su primera gran final, la de este Parejas. Preguntado por el secreto de estos resultados, Pablo Berasaluze reconoce que no hay pócimas mágicas. «A decir verdad, yo he seguido trabajando duro, entrenando y al final han llegado las cosas. No hay nada especial, hacer algo todos los días, hacer una vida tranquila, cuidarme mucho y al final las cosas llegan», reconoció a GARA en las entrañas del Bizkaia tras uno de sus últimos entrenamientos para la final.

Ese duro y constante trabajo ha terminado dando sus frutos y no ya solo por poder jugar esta final en el frontón de Bilbo, «algo con lo que todo pelotari sueña», sino porque recientemente ha renovado su contrato con Asegarce por tres temporadas, es decir, hasta que cumpla los 38 años, una señal de que la empresa confía plenamente en su rendimiento. Pero también por lo que Pablo Berasaluze representa hoy en día en la pelota de Bizkaia, un mercado muy importante para la promotora con sede en Bilbo.

También en este sentido la final de este domingo en la enorme cancha de Miribilla representa un gran reto para Pablo Berasaluze, ya que será la primera opción a txapela del herrialde desde 2006, cuando Oier Zearra se quedó a las puertas de calársela en Gasteiz junto a Aimar Olaizola, con el aliciente de hacerlo en casa. Además, hay que retroceder 32 años en el calendario, hasta 1981, para dar con el último título conseguido por un pelotari vizcaino, precisamente en el Parejas, la lograda por el actualmente intendente de Asegarce, Roberto García Ariño. Con Antton Maiz de zaguero, el de Axpe se impuso a Bergara II-Martinikorena por 22-13 en Donostia.

«Esto no supone una presión extra. Hay mucha gente que me ha seguido, mucha afición en Bizkaia y se agradece. En las entradas se ha visto, las han sacado a la venta y enseguida se han agotado. Eso para mí es muy importante, me he sentido muy querido y eso motiva mucho».

Sin embargo, no todo es tan perfecto. Apasionado a este su deporte, lleva unos años como monitor de la escuela de pelota de Iurreta, donde está, y muy a gusto, al cargo de pelotaris juveniles e infantiles. Últimamente la presencia de pelotaris vizcainos en el campo profesional es muy notable, pero no está el de Berriz completamente de acuerdo con la metodología que se viene empleando con los más jóvenes. «Estamos bastantes pelotaris vizcainos pero creo que últimamente en Bizkaia no se están haciendo las cosas bien. Creo que hay que mover la pelota desde muy abajo y no con los de arriba. Hay que meter muchas horas con los niños de 5, 6 o 7 años y no creo que se estén haciendo bien las cosas».

En el nombre del padre

De todos modos, la mayor carga emotiva de este domingo será la que llevará a la espalda a eso de las seis de la tarde, ese «Berasaluze II» que, a modo de homenaje póstumo a su fallecido aita, lleva luciendo con orgullo durante los últimos partidos. Aunque la idea llevaba mucho tiempo rondándole, fue este año, al poco de renovar su contrato y de comentar su idea con la empresa, cuando su nombre deportivo mutó del VIII al II, una decisión que, además de haber sido tomada de muy buen grado por su entorno, le ha traído muy buenos resultados.

«La posibilidad de calarme la txapela en Bilbo, con la camiseta con el nombre del aita, justo a los diez años de que falleciera, es algo muy grande y que te da mucha fuerza y ganas para seguir adelante».

Emotiva y emocionalmente, no hay duda de que esta es la final de Pablo, el momento en el que se puede dar la cuadratura del círculo, pero no todos los guiones tienen un final feliz ni Irujo y Zabaleta parecen estar muy por la labor.

Sin varitas mágicas

«He seguido trabajando y entrenando duro y al final han llegado las cosas. No he hecho nada especial, hacer una vida tranquila, cuidarme mucho y al final las cosas llegan».

emotivo

«La posibilidad de calarme la txapela en Bilbo, con la camiseta con el nombre del aita, justo a los diez años de que falleciera es algo muy grande y que te da mucha fuerza y ganas para seguir adelante».

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