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CRÓNICA | NUEVA DEPURADORA EN ADUNA

Ríos que ya no quieren ser campeones de la contaminación

La depuradora de Uralde, en Aduna, es la última de las trece grandes infraestructuras de este tipo construidas en Gipuzkoa. Con un coste de 24,5 millones de euros, las obras se iniciaron en 2009. Comenzó a funcionar en noviembre a modo de prueba. Ahora ya está lista para trabajar a pleno rendimiento.

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Imanol INTZIARTE

Uralde se encuentra a la orilla del Oria, en la carretera que viene de Andoain. Nada más traspasar la verja está el edificio de control. En una sala están los paneles y ordenadores que comprueban los datos, mientras que en la sala adjunta se halla el laboratorio donde se llevan a cabo los análisis químicos. Felipe Álvarez, técnico foral de Obras Hidráulicas, ejerció de cicerone en la visita guiada organizada ayer para autoridades y medios de comunicación.

Esta depuradora, en la que trabajan ocho personas, ofrece servicio a la cuenca del río Oria entre Legorreta y Andoain, algo más de 60.000 habitantes.

En días de lluvia puede alcanzar un caudal máximo de 128.000 metros cúbicos de agua al día, que procede de dos colectores principales para una red que suma 33,8 kilómetros y que ha tenido un coste de 61 millones de euros.

Cuatro fases

Álvarez explicó que el primer paso es la retirada de los elementos sólidos, para lo cual el agua pasa por unas rejillas que ejercen de filtro. Posteriormente llega el turno de unos reactores en los que el liquido queda en reposo, lo que hace que los restos arenosos vayan al fondo y las grasas floten, permitiendo la retirada de unos y otros.

La tercera fase es la decantación. El agua pasa a unos grandes depósitos circulares, de unos 30 metros de diámetro, y que están abiertos al aire libre. En Uralde hay tres, dos de los cuales se encuentran siempre en funcionamiento, mientras que el tercero solo en caso de lluvia. En estos decantadores se sedimentan las partículas de lodo, que son retiradas del fondo.

A partir de aquí, lodo y agua siguen procesos diferentes. El primero es introducido en una especie de olla gigante para ser sometido a un proceso de «digestión», que extrae los gases -principalmente metano, que posteriormente se quema- y estabiliza el lodo antes de ser trasladado al vertedero.

Por su parte, el agua entra en la última parte de su depuración, el proceso biológico. Se añaden al líquido bacterias y otros microorganismos que dan buena cuenta del amoniaco y otras sustancias contaminantes. Es un proceso similar al que se lleva a cabo en los acuarios domésticos, pero a gran escala. Terminado todo el ciclo, el agua es vertida al Oria, donde se reincorpora al ciclo natural.

Preocupados por los olores

Josu Amilibia, alcalde de Aduna, reconoció que en principio acogieron el proyecto con los lógicos reparos ante las posibles afecciones, principalmente los malos olores. Apuntó que con el cambio de gobierno en la Diputación se firmó un protocolo por el que la institución foral se comprometía a solucionar los eventuales problemas. «Estamos razonablemente satisfechos, hasta el momento no ha habido problemas».

Lo cierto es que el mal olor inherente a las aguas fecales y residuales se limitaba, al menos ayer, al edificio en el que entran las aguas, al inicio del proceso. Habrá que aguardar a ver cómo se comporta el sistema cuando lleguen las altas temperaturas.

Eneko Etxeberria, presidente del Consorcio de Aguas de Gipuzkoa, subrayó que el agua y su saneamiento están considerados por la ONU un derecho humano básico.

Cerró el acto el diputado general, Martin Garitano, quien recordó que «durante muchos años los ríos guipuzcoanos han sido los campeones de la contaminación» y como bergararra puso como ejemplo el Deba, que «bajaba con un color distinto cada día. Afortunadamente hemos tomado conciencia, pero aún no hemos alcanzado los parámetros europeos», remarcó.

 

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