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Floren Aoiz | www.elomendia.com

Fin de ciclo, sí, pero...

Tras el cuento del fin de ciclo, para algunos no hay sino la necesidad de cambiar el envoltorio para seguir vendiendo la misma basura

Cada vez se escuchan y leen más referencias a la idea de un fin de ciclo en el Estado español. Primero se referían al final del «milagro español» en el plano del crecimiento económico. Más tarde se ampliaron al modelo, basado en la burbuja del ladrillo. Ahora hay quien llama la atención también sobre la peligrosa dependencia respecto a la hostelería y el turismo. Pero, en todo caso, el cambio más importante es que ya se habla abiertamente del fin de un ciclo político. Hemos pasado a incluir la política en el diagnóstico de la debacle.

No ha sido un salto exento de complicaciones y resistencias. Aun recuerdo discusiones en la radio con gente que me llamaba alarmista por decir que lo que estaba ocurriendo era algo mucho más grave que una ligera desaceleración. Según las versiones oficiales, estábamos ante simples turbulencias provocadas por la crisis en Estados Unidos: bastaba esperar a que cambiara dirección del aire para volver a la «senda del crecimiento». Los mensajes fueron cambiando, pero siempre por detrás de los datos y las realidades sociales. ¿Cómo olvidar los famosos brotes verdes o aquello de «lo peor ya ha pasado»?

La envergadura del desastre y la imposibilidad de ocultar sus dramáticas consecuencias han acarreado importantes cambios en la percepción social y, finalmente, algunos se han sentido obligados a darse por enterados. Esto no quiere decir que exista voluntad de reflexionar sobre las razones de esta calamidad, pero ha forzado la aparición de nuevos discursos, entre ellos el del cambio de ciclo.

Bajo la apariencia de un esfuerzo valiente de agarrar el toro por los cuernos, algunos han comenzado a poner sobre la mesa la necesidad de cerrar este ciclo y abrir uno nuevo. Puede sonar audaz, incluso hay quien cree que se trata de llamadas a una ruptura con las grandes pautas de la economía y la política del Estado en las últimas décadas, pero más allá de los fuegos artificiales, se adivinan las viejas recetas.

Así, Monago, presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura, apelaba en «El País» a la necesidad de recuperar el «espíritu de concordia» y, más concretamente, defendía un «pacto de estado al estilo de los Pactos de la Moncloa de 1977». Monago era claro: «Los acontecimientos de orden político, social y económico que se suceden en nuestra nación desde hace más de 10 años han alcanzado una velocidad de crucero tan vertiginosa que no queda ya nadie en España que no presienta la necesidad de un tiempo nuevo. El fin de ciclo es un hecho».

No perdía, sin embargo, la oportunidad de decir sandeces: «Los temas fundamentales no son de izquierdas ni de derechas». No puede extrañarnos que Felipe González, a quien Monago alababa en ese artículo, haya advertido de que no debe jugarse con las cosas de comer, defendiendo la figura del jefe del Estado. ¡Acabáramos! Tras el cuento del fin de ciclo, para algunos no hay sino la necesidad de cambiar el envoltorio para seguir vendiendo la misma basura. Desde luego, si cabe esperar algún cambio, no vendrá de la mano de personajes como González y Monago.

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