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Raimundo Fitero

Rezos

 

Ya alcanza hasta al noticiero de La 2 la larga mano del integrismo ultra católico del equipo que desgobierna RTVE, es el síntoma más evidente del proceso de destrucción emprendido. Ofrecer un reportaje en ese espacio informativo tan bien cualificado por las selectas audiencias que le siguen en el que se manipule a uno de los participantes para que de su boca salga que «rezar ayuda a los parados a relajarse», o algo similar, es rizar mucho el rezo y el rizo. Por otro lado es la tesis de Fátima Báñez, la ministra del paro y el ataque a los derechos laborales de los trabajadores quien aseguró eufórica en un acto oficial que la virgen del Rocío, la blanca paloma, iba a interceder para que se acabase con el paro. Y pasaron de seis millones los parados.

No hay día que no se denuncien manipulaciones, cortes, censuras, vetos en la televisión pública española. Es más, en el colmo del cinismo, el PP, lanza una denuncia contra un empleado de TVE por aquel reportaje tan extraño, un spot publicitario camuflado, en que se veía al suegro de Urdangarin haciendo ver que movía papeles en un supuesto despacho, al que se le daba el rango de lugar de trabajo. Dicen que eso fue un acto de deslealtad y de reforzamiento de la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba, y que se ponían en boca del mata elefantes las tesis del PSOE, que son las contrarias a las de Rajoy y su banda. Los conspiranoicos no dejan de elaborar corrientes de opinión basadas en sus alucinaciones alcohólicas o místicas. O mixtas.

Lo cierto es que el personal está harto y como no pueden ir al despacho de los que realmente mandan en el ente público español, deben mostrar su hartazgo frente a la manipulación con los reporteros de calle y así lo vamos viendo como los abuchean y les recriminan lo que contribuyen a hacer con las imágenes y sus cuentos hablados: mentir, intoxicar, criminalizar cualquier manifestación o concentración ciudadana de protesta ante el desprecio democrático de los que mandan. Estos montajes con los materiales grabados se convierten en una violencia institucional, en unos discursos represivos de primer orden. Algunos ciudadanos piensan que es mejor actuar, que rezar. Y eso les molesta.

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