A la tercera, va la vencida. El que fuera primer ministro paquistaní en los años 1990-93 y 1997-99, Nawaz Sharif, depuesto luego por un golpe de Estado del entonces jefe del Ejército, Pervez Musharraf, ha ganado las elecciones y accederá por tercera vez al mismo puesto. Las elecciones en Pakistán pueden considerarse históricas porque por primera vez en 65 años se ha permitido la transición de un gobierno civil a otro. Pero, a su vez, presentan elementos para la preocupación como la fragmentación del mandato nacional en líneas provinciales. Sharif, desde su feudo de Lahore, ha arrasado en el Punjab, la provincia más poblada de Pakistán -elige 148 diputados de un total de 272-; en Peshawar y en las regiones tribales noroccidentales, sin embargo, ha ganado el exjugador de cricket Imran Khan -que hizo una furibunda campaña contra los ataques de EEUU con drones-, y el PPP del clan de los Bhuto domina la provincia de Sindh y su capital Karachi.

Sharif, multimillonario defensor de las privatizaciones, negociará con los talibanes paquistaníes. Además, deberá hacer frente a una economía en bancarrota y una corrupción endémica en un país que se tambalea en la ingobernabilidad.