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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Salvad la monarquía

El director de «El Mundo», que últimamente ejerce de fervoroso monárquico, titulaba su carta del domingo «El retorno del Rey batallador». En ella hacía afirmaciones como esta: «La figura de don Juan Carlos sigue siendo el mayor activo de nuestra democracia», y proponía que el Borbón «impulse un proyecto regenerador, similar al de la Transición, que nos saque del hoyo».

Ayer, ese diario daba a conocer la segunda parte de una encuesta que, curiosamente, reflejaba la idea de Pedro J.: «Un 72% pide que el Rey impulse un pacto anticrisis y la reforma constitucional». Y editorializaba sobre ello: «El Rey lo tiene difícil pero puede lograrlo». Decía que, a pesar del desgaste sufrido por la corona, «un 46% sigue considerando que el balance del reinado de don Juan Carlos es bueno o muy bueno, frente a sólo del 22,3 que lo ve mal o regular». Si esos porcentajes son reales, habrá que concluir que el masoquismo está muy arraigado. Afirmaba que en un escenario «de descrédito mucho mayor del resto de las instituciones, ésa es la razón por la que el Rey tiene ante sí una oportunidad única». Solo le faltaba decir que la oportunidad es gentileza de Pedro J.

Claro que, advertía, «El empeño no será nada fácil, e incluso la mayoría cree que el Rey no podrá recuperar el prestigio perdido», aunque «la masa crítica monárquica -PSOE e IU son republicanos por definición- está con Don Juan Carlos. El ideal republicano puede ser atractivo en abstracto, pero se trata de una aventura suicida frente a las ventajas que esta Monarquía tiene para la estabilidad del país». Están clarísimas esas ventajas.

El caso es que según «El Mundo», «Todos los poderes públicos saldrían fortalecidos si el Monarca, con su acreditada capacidad de comunicación y autoridad moral, tomara el pulso a la sociedad civil, con el fin de impulsar ese gran pacto que España demanda y necesita». La verdad es que parece que no estaba de cachondeo. Como tampoco lo estaba Federico Jiménez Losantos en el mismo diario al decirle a Pedro J. que tururú: «Si la única democracia conocida en España, aunque no en toda ella, lo ha sido con Juan Carlos I como Rey Constitucional, es lógico el escalofrío ante la desaparición política del Rey actual. Pero, sustos al margen, hay un hecho inocultable: la crisis nacional e institucional, que tiene en el Rey el símbolo de su descrédito y de la dificultad de su regeneración». Parece que no le convence ni la carta de Pedro J. ni la encuesta de «El Mundo».

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