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Belén MARTÍNEZ Analista social

Abolir las multinacionales

La AN condena a una mujer por la ablación de su hija en Senegal, antes de llegar al Estado español. La sentencia establece que el respeto a los derechos humanos no puede eludirse por razones «de tipo cultural, religioso o ideológico».

Las mutilaciones sexuales femeninas constituyen un atentado contra la libertad y la integridad del cuerpo de las mujeres. Las ablaciones, escisiones e infibulaciones a las que se someten a las niñas contribuyen a reforzar la diferenciación sexual y la jerarquía de los sexos. No comparto la idea de ese relativismo cultural que considera que determinadas vulneraciones de derechos son intolerables aquí, mientras que allá son soportables. Se trata de un relativismo cultural exacerbado que defiende el ciascuno a suo modo (cada cual a su manera), como diría Pirandello.

Sin embargo, la condena a una madre (víctima ella misma de la ablación), por «algo» ocurrido antes de la llegada al Estado español, podría ocasionar otro daño colateral (¿indeseado?), imposibilitando el reagrupamiento familiar de personas a cargo del progenitor, ya que, en cuanto se detectara un caso, la madre sería condenada.

Para algunas sociedades, esas prácticas están relacionadas con la construcción de la identidad femenina, y están destinadas a facilitar la integración social. Una «verdadera» mujer es aquella que ha sido «cortada« o infibulada. Si no se someten a esas prácticas, son rechazadas.

Pensemos un instante en la clitoridectomía como parte integrante de la medicina occidental para «curar» a las personas intersexuales. ¿Hablamos de fines terapéuticos? Nuestro juicio no está exento de tutelaje y maternalismo.

 
 
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