Mikel INSAUSTI

El culto actual a lo externo atañe también, y de qué manera, a la producción artística. Un grupo de jóvenes emprendedores reunidos en la compañía Riot Cinema se dedican a la creación transmedia. Tengo clarísimo que saben más de marketing que de cine, porque han convencido a unas cinco mil personas para que inviertan, mediante el sistema crowdfunding, en un proyecto agrupado bajo la denominación «El cosmonauta», que incluye el largometraje del mismo título, más una larga serie de productos asociados a él. En mi opinión venden humo, pero no seré yo quien diga a los demás en qué tienen que gastar su dinero, pues también he pagado una cantidad mínima por verla en la plataforma Filmin. Internet era la única solución, porque en televisión se pasa por un canal de pago, el DVD no lo uso y en salas locales de cine ni aparece anunciada. Así que el sonado estreno simultáneo en todos los medios se pierde en el ciberespacio como el protagonista de la película.

El secretismo que envolvió a la carrera espacial soviética, junto con las consiguientes leyendas urbanas a que dio lugar en el lado capitalista, constituyen el punto de partida argumental de «El cosmonauta». Uno de esos hombres enviados al espacio, supuestamente con dirección a la luna, desaparece, sin que el Kremlin lo haga oficial. En la base se reciben, no obstante, unas misteriosas señales de radio, a través de las cuales el viajero del tiempo afirma haber regresado a un planeta Tierra vacío. En paralelo, la cápsula es encontrada, pero en ella no hay ningún rastro del tripulante.

Que nadie se piense por el enunciado que esto es un relato de ciencia-ficción sacado de una novela de Stanislaw Lem, ya que la inspiración procede del libro de Henry Pierrot «Poética para cosmonautas». La narración orbita en realidad alrededor de un triángulo amoroso de lo más convencional, con unos diálogos en inglés de película de Hollywood. La estética de «suelos encharcados» e «interiores nebulosos» a lo Tarkovski es solo pura apariencia autoril. Igual se puede decir de la estructura narrativa fragmentada, según un montaje aleatorio en el que el orden carece de significación alguna.