Una tercera noche de incidentes en Estocolmo y en sus suburbios han despertado las dudas sobre la eficacia de los esfuerzos de Suecia para la integración de la población de origen inmigrante. Los incidentes comenzarn tras la muerte de un vecino de 69 años , un inmigrante con problemas psíquicos, por disparos de la Policía en su apartamento, donde se había encerrado con su compañera, en el barrio de Husby, uno de los lugares más depauperados del país. La Policía rechaza que sean protestas espontáneas y habla de violencia organizada.

Algunos vecinos denunciaron cargas policiales contra niños y ancianos así como insultos racistas de los agentes como «negros», «ratas» o «monos». El primer ministro Frederik Reinfeldt afirmó que «quemar el coche del vecino no es un ejemplo de libertad de expresión, es de hooligans». Los incendios de coches, daños y lanzamiento de piedras, primero limitados a Husby, se extendieron a otros barrios de Estocolmo, sobre todo a los más pobres y los que concentran la mayor población inmigrante, donde los problemas económicos se han agudizado en los últimos años con los recortes del seguro de paro, las ayudas sociales y en educación impulsados por el Gobierno.