CRíTICA: «Fast & Furious 6»
De las carreras ilegales a la acción de comandos
Mikel INSAUSTI
A una superproducción hay que exigirle que por lo menos entretenga al público mayoritario, y en «Fast & Furious 6» es imposible aburrirse, porque para eso ha costado 160 millones de dólares. Una cifra que puede parecer excesiva para este tipo de cine de desguace automovilístico, pero que va en proporción con los casi 700 millones que recaudó en la taquilla mundial la anterior entrega de tan rentable franquicia.
Universal ha puesto los medios para que la saga no decaiga, propiciando una lógica evolución genérica, por aquello de renovarse o morir. Si la primera trilogía empezó con las carreras ilegales, a las que Daniel Calparsoro ha llegado tarde a este lado del charco con «Combustión», la segunda se ha decantado totalmente por la acción, con persecuciones automovilísticas al estilo de los años 70. El tuning ya no debe estar tan de moda, pues de eso no hay mucho en «Fast and Furious 6», que se decanta de lleno por la estrategia bélica de comandos especiales, haciéndole la competencia al veterano Stallone y su serie «Mercenarios».
La relación duradera entre una empresa y sus clientes se basa en la fidelización, algo que funciona de igual modo con las franquicias cinematográficas. No hay peligro de que las aventuras de Toretto y los suyos pierdan seguidores, porque el cambio de contenidos ha sido gradual y acorde con una sicología grupal bien estudiada. El equipo liderado por el personaje de Vin Diesel ha tenido que irse especializando para mantenerse unido, motivo por el que en su forzosa militarización ha conservado su espíritu de familia, frente a un enemigo que actúa únicamente por la soldada.
La conexión familiar establece un vínculo emocional entre los miembros del Toretto Team y la audiencia, y esa complicidad hace que sus gracias y hazañas sean compartidas. El problema es que se les pide cada vez más, con el riesgo de dejar de ser humanos para asemejarse a los superhéroes. En consecuencia la espectacularidad resulta desorbitada, junto con los forzados giros de guión que la impulsan hacia un final imposible en la pista de despegue más larga del mundo.