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Alentador proceso de paz en Colombia

El tema de la tierra, para las FARC «la nuez de la guerra» en Colombia, ha sido el primer punto de la agenda negociadora del proceso de paz que las dos partes lanzaron oficialmente en Oslo y que sigue en La Habana con conversaciones intensivas. Una agenda que también incluye cuestiones como la participación política y la construcción de una nueva legitimidad, el desarme, reconocimiento y reparación de las víctimas, narcotráfico y legalización de cultivos «ilícitos», etc. Según trascendió ayer, las dos delegaciones reunidas en Cuba llegaron a significativos «acuerdos parciales» en el tema agrario, aunque atendiendo al principio de que «nada está acordado hasta que todo esté acordado» no lanzaron las campanas al vuelo ni se anunció ningún acuerdo «histórico». Con buen criterio, la existencia de resultados parciales pesó más que la falta de un acuerdo global y el proceso seguirá su agenda con renovada confianza.

Los errores e intentos fallidos del pasado y una visión más realista y humana sobre los límites de la guerra han influido en un esquema negociador más acertado e innovador, con agenda y tiempos acotados, discreción pero no secretismo, sin respuestas concluyentes a inquietudes y preguntas sobre el alcance del proceso. Porque todo proceso de paz es un descubrimiento permanente, un viaje a un destino claro -dejar atrás la guerra y construir un escenario democrático inclusivo- pero con un rumbo incierto, que una vez echado a andar es imposible controlarlo por completo. A veces parecerá errático, sin un norte visible e incluso caótico porque la ruta a la paz nunca está definida. Requiere reconocer la complejidad social y las propias miserias, romper con la narrativa del pasado para elaborar un relato nuevo, sin rencores.

Colombia y sus gentes han vivido toda una vida bajo las consecuencias de la guerra. Sus proyectos y sus anhelos han sido ajustados por lo que parecía un destino fatal e inevitable. La paz y la libertad eran un horizonte desconocido y utópico. Terminar la guerra es más difícil que empezarla, y hacer la paz, como creación colectiva, no será una obra sencilla. Pero, de momento, lo que se observa en el proceso de paz en Colombia es muy alentador.

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