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Maite SOROA | msoroa@gara.net

La caverna, dividida

A la derechona le ha tocado gobernar en crisis y no levanta cabeza. Primero la culpa era del Gobierno anterior, que había hecho algo parecido al actual, y cuando esa cantinela le aburría ya hasta al propio PP, empezaron a hablar de recuperación, de luces al final del túnel... Luces que la realidad, llámese Bruselas o índice de paro, apagaba con un leve soplido. Y de repente pasó por la tele José Mari y le dio unas cuantas collejas a Mariano. Lo que le faltaba, a Mariano y a su partido. Pues bien, la caverna mediática últimamente se encuentra dividida por el mismo sitio que el partido. Bueno, y por algún otro. Muestra de ello era el artículo que Alfonso Ussía dedicaba ayer en «La Razón» a Federico Jiménez Losantos.

Titulaba su pieza «Estoy donde estuve». Y es que, según contaba, «Me han llamado decenas de personas esta mañana para decirme que Federico Jiménez Losantos me ha puesto a parir por el artículo en defensa de la Infanta Cristina». Seguro que fueron miles, pero Ussía es modesto. Y generoso, pues decía de Federico que le consta «que es un buen hombre con el que felizmente he colaborado cuando trabajaba en la COPE» y que guarda «formidables recuerdos, y un efímero estallido de iracundia no es suficiente para perder un amigo».

Claro que esa generosidad tiene un límite, y seguidamente aseguraba, a la manera de aquella canción de Alaska que decía «yo soy así y así seguiré», que sabe «dónde estoy y dónde estaré. Quizá esa seguridad en la ubicación es lo que me distingue con más aristas de Federico». Parece que está dolido. Y continuaba su artículo alternando flores y pullas como estas: «Federico Jiménez Losantos es un poderosísimo comunicador. Sabe de Literatura española como pocos. Surgió de los fríos pobres y desolados de un pueblo de Teruel. Militó en la izquierda extrema, y dejó de hacerlo por la acumulación de decepciones que padeció. Federico Jiménez Losantos, aún para sus mayores detractores y enemigos, merece un respeto permanente». Ahora bien, «tiene sus obsesiones y sus intereses. No oculta lo que odia, y considera un agravio lo que no encaja en sus esquemas y sus atrabiliarios excesos verbales». Y es que lo que más le fastidia a Ussía no es que Fede se meta con él: «siempre le dejé muy claro que no aceptaría en mi presencia insultos gratuitos al Rey». Pero, al final, prevalecía la generosidad y concluía con un enternecedor «Estás perdonado, Fede». Se espera el artículo de agradecimiento de Fede.

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