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Alvaro Reizabal Abogado

Gran fortuna

La cosa se ha complicado porque los donantes exigen ahora que se lo devuelvan, obviando de manera poco presentable un axioma tan insito en la opinión pública como el de «Santa Rita, lo que se da no se quita»

Colea aun el asunto de la txalupa que las fuerzas vivas de Mallorca regalaron al Rey Borbón hace ya unos cuantos años. El txintxorro, llamado Fortuna, de 41 metros de eslor,a era uno de los mas rápidos del mundo y costó sólo 3.000 millones. Ahora, al donatario ya no le interesa porque, por razones de edad y de los consecuentes achaques, no está para los trotes de la navegación, so pena de volver a partirse de nuevo la crisma, actividad para la que ha demostrado extraordinarias facultades. A ello hay que añadir otro factor nada desdeñable: que llenar el depósito de la nave cuesta una pasta gansa y su mantenimiento un ojo de la cara. Así que a sus asesores de imagen, que tantísimo trabajo están teniendo últimamente, se les ocurrió la feliz idea de quitárselo de encima (el barco) haciendo aparecer el asunto como un encomiable gesto de austeridad. Uno más.

La operación era redonda: se quitan de encima el barco obsoleto, se lo traspasan al Estado para que pague el mantenimiento, y si algún día lo quieren usar, pues ahí estará, más gratis total, incluso, que hasta ahora, y encima se daba un ejemplo a todos los españoles que veían como restringen los gastos privándose de algo tan imprescindible como el yate de lujo, gesto de campechanía que sin duda será valorado como merece por mucha gente.

La cosa se ha complicado porque los donantes exigen ahora que se lo devuelvan, obviando de manera poco presentable un axioma tan insito en la opinión publica como el de «Santa Rita, lo que se da no se quita». Dicen los veinticinco potentados que se lo regalaron porque usándolo el Rey se daba una gran imagen de la isla y si ya no va a montarse el hombre anuncio, pues se lo quitan y a otra cosa. Hay que comprender que son gente que estará pasando estrecheces, pues, no en vano eran los más ricos empresarios del sector turístico mallorquín y banqueros de postín. Así que aunque quede tan cutre, no han tenido empacho en decir que es suyo.

Ciertamente, este tema de los regalos es terreno resbaladizo, pues no se acierta muy bien a comprender la diferencia entre lo que comentamos y el cohecho impropio, o incluso el propio, porque si se dice que se le regaló para obtener un objetivo publicitario que solo el donatario podía proporcionarles por razón de su cargo, pues...

Pero en el mundo de los obsequios a los monarcas, todo es bastante chirene. Como muestra recordaremos el caso del donostiarra Palacio de Miramar, regalado a la reina María Cristina por el municipio donostiarra en parecidas circunstancias, para agradecerle el gran favor de veranear asiduamente en la Bella Easo. Con el paso de los años y las cosas de las herencias, acabó siendo propiedad del padre del actual Rey, D. Juan, que, en un gesto que le honra, tuvo el detalle de vendérselo a quien se lo había regalado, el Ayuntamiento donostiarra. Eso sí, a muy buen precio.

Moraleja: si los millonarios mallorquines quieren el barco, ¡que se lo compren!

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