CRíTICA: «Un amigo para Frank»
La pérdida de memoria humana da paso a la robótica
Mikel INSAUSTI
El cine independiente que coquetea con la ciencia-ficción está más cerca de la literatura de anticipación que todas esas superproducciones de acción futurista, porque ocupa el lugar que en su día se adjudicaron las películas de serie B, en cuanto muestras genéricas obligadas a compensar la falta de medios con imaginación y, sobre todo, mucha capacidad alegórica. «Robot & Frank» es un perfecto ejemplo de cómo saber dotar de perspectiva a los problemas de la sociedad actual, proyectándolos hacia el mañana inmediato.
La ópera prima de Jake Schreier, ganadora del premio Alfred P. Sloan en el Festival de Sundance, es una sencilla comedia costumbrista que no necesita de escenarios visionarios para hablar del futuro, gracias a que concede el protagonismo tecnológico al robot doméstico. Acierta a la hora de presentar un prototipo con el que el espectador ya se siente familiarizado, toda vez que el robot japonés ASIMO data del año 2000. De esa manera su presencia en el hogar no resulta extraña o ajena a la realidad cotidiana. El mérito de la relación que establece dicha máquina con el anciano humano al que ha de cuidar está en la interpretación del gran Frank Langella, que es capaz de interactuar con cualquier objeto que le pongan delante, y no digamos ya si además esa cosa puede hablar.
El veterano actor italoamericano hace de viejo cascarrabias en un registro muy parecido al que utilizó Clint Eastwood en «Gran Torino». Se trata de alguien que se resiste a la jubilación, pues nunca llevó una vida corriente o tranquila, moviéndose siempre en el mundo del hampa. Sin embargo, lo que le desarma frente a su cuidador robotizado es la perdida de memoria que sufre. Esto lleva a una reflexión sobre la creciente dependencia humana de la tecnología, que se cuela en nuestras casas y nos obliga a convivir con ella.
En los títulos finales de crédito se ofrecen imágenes de distintos modelos de robots, algunos de ellos todavía en fase experimental. Se hacen muy simpáticos, en cuanto que han sido diseñados por jóvenes ingenieros a modo de mascotas.