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De los pitos ante el Espanyol al éxtasis tras ganar en Riazor

La familia realista ha vivido un final de curso feliz. Afición, plantilla, cuerpo técnico, directiva, medios de comunicación... «Carpe Diem». «Aprovechad el momento», aconsejaba a sus alumnos el profesor John Keating en "El club de los poetas muertos". Porque no todo han sido días de vino y rosas, y conviene recordar tanto los buenos como los malos momentos. Este es un breve repaso a una temporada que quedará para siempre en la memoria.

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Imanol INTZIARTE

Hace solo siete meses, Anoeta pedía la cabeza de Phillipe Montanier tras caer ante un Espanyol en horas bajas. Tampoco se libraban Aperribay, Loren y la mayoría de la plantilla. En los foros de internet Xabi Prieto era «un paketazo», Agirretxe «el peor delantero de Primera», el resto no tenía «huevos» y este iba a ser, en el mejor de los casos, «un año perdido».

Unos días antes, los donostiarras habían caído 2-0 en Córdoba, en la ida de la primera eliminatoria copera. Esa décima jornada la Real bajaba hasta la 17ª posición, al filo del descenso. Ni los más optimistas apostaban medio euro a favor de este equipo.

La temporada se inició en agosto con incógnitas. La principal, saber si Montanier lograba dar la vuelta a las críticas recibidas por la gestión del equipo durante los partidos. Los cánticos despectivos de «Gabacho mueve el banquillo» eran habituales en Anoeta. En su primer ejercicio, el de Vernon ya estuvo contra las cuerdas. Tras unos primeros meses agonizantes, el equipo cimentó la permanencia con los puntos de casa, bajando enteros fuera. En Copa nunca se olvidará la humillación de Mallorca, con cuatro goles encajados en siete minutos patéticos.

En el capítulo de bajas preocupaba la retirada de uno de los principales referentes del vestuario, Mikel Aranburu, mientras que entre las altas la principal novedad era la llegada del uruguayo Gonzalo Castro, que dotaba de mayor fondo de armario al ataque.

Caprichos del sorteo, la primera jornada deparó una visita al inexpugnable Camp Nou. Para el minuto 15 la Real ya perdía 3-1. Al final, el Barcelona sumó una manita y los blanquizales debutaban como colistas. Los siguientes choques siguieron un patrón más o menos esperable: victorias en casa (Celta y Zaragoza), derrotas fuera (Mallorca y Levante).

La Real no ganaba lejos de su campo desde la última jornada de la primera vuelta de la 2011-12, 0-1 al Valencia, y el arranque de la nueva temporada no presagiaba un cambio de tendencia. Pero al menos Anoeta se estaba convirtiendo en una cancha complicada para los visitantes. Se habían sumado 29 de los 36 últimos puntos puestos en liza en casa cuando llegó la visita del Athletic.

Concha de Oro en el derbi

Fue la primera gran alegría de la campaña. Los de Montanier superaron a los de Bielsa con goles de Griezmann y Vela. 32 puntos de 39 posibles. «Mis jugadores se merecen la Concha de Oro», sentenciaba el técnico francés en pleno Zinemaldia. A poco que se mejorase fuera...

Sucedió lo contrario. En octubre se hicieron méritos para acumular galardones en otro reputado festival donostiarra: el de terror. A la consabida derrota foránea, esta vez en el campo del Betis, se sumó el primer tropezón casero. Corría el minuto 90 cuando Falcao anotaba el primer gol de falta directa de su carrera. La Real caía a la 15ª plaza, tres puntos por encima del descenso.

El mal fario lejos de casa se rompió parcialmente en el Nuevo Zorrilla, un empate agridulce después de ir por delante en el marcador en dos ocasiones (2-2). Al menos se cargaban las pilas ante la ida copera y la llegada a Donostia de un Espanyol que en esos momento era penúltimo. Resultó un doble fiasco que a punto estuvo de causar un movimiento sísmico. Hay quien defiende que la Real ha llegado a donde ha llegado «a pesar de Montanier», pero lo cierto es que nunca sabremos qué hubiera sucedido si a primeros de noviembre el Consejo se hubiera decantado por un relevo en el banquillo.

Ultimátum salvado en La Rosaleda

Como el año anterior, el técnico francés viajaba a Andalucía con la guillotina sobre su cuello. El destino era La Rosaleda. El Málaga es un nuevo rico que llegó a la Champions gracias a los petrodólares. Los de Pellegrini venían de encajar una derrota en casa ante el Rayo y se antojaba complicado que perdieran dos partidos seguidos en su cancha. Para rizar el rizo, la Real sumaba quince partidos consecutivos sin conocer la victoria lejos de casa y en la convocatoria faltaban nombres como Bravo, Zurutuza, Griezmann o Agirretxe.

Con Zubikarai bajo los palos, Illarramendi y Pardo en el doble pivote e Ifrán en punta, la Real golpeó en el primer minuto por mediación de Vela, y Xabi Prieto remachó en la segunda mitad.

El nivel del agua bajó unos centímetros, aunque la calma estaba muy lejos de ser una realidad. De hecho, la presencia de Pardo e Ifrán en ese once dio argumentos a quienes hacían de su ausencia el principal ariete contra el entrenador.

Tras esta bocanada de aire fresco llegó el Rayo y por vez primera el ataque realista se desmelenó con cuatro goles. Parecía ser una circunstancia puntual, no en vano el conjunto vallecano es un amante de la ruleta rusa, un jugador de póker que apuesta todas sus fichas con una pareja de dieces. Dicho y hecho, una semana más tarde Osasuna blindó su portería para impedir una racha de tres victorias seguidas. El navarro es el único equipo al que la Real no ha conseguido marcar esta temporada.

Enésima desilusión copera

La vuelta copera frente al Córdoba suponía el tercer partido consecutivo en el estadio de Anoeta. A pesar de los precedentes, unas 17.000 personas se aferraron a la ilusión de una posible remontada. En vano. Griezmann puso la eliminatoria a un gol de la prórroga, pero cuando el Córdoba anotó su primer tanto la esperanza se evaporó bajo el diluvio. Eliminados y en mitad de la tabla liguera, así terminó noviembre. Ni chicha ni limoná.

Al igual que en la campaña anterior, el azar quiso que el de Mestalla fuese el siguiente envite tras la debacle copera. Ante las bajas de Illarramendi, Markel y Elustondo, Montanier se decantó por Zurutuza como pivote defensivo, cubriendo las espaldas a Pardo.

Los locales se adelantaron en el minuto 2 con tanto de Soldado, pero la Real se rehizo y empezó a acumular posesión y ocasiones. Jonas echó una mano al autoexpulsarse por un codazo y De la Bella igualó poco antes del descanso con un regate antológico. El catalán dejó sentado a Diego Alves con un amago sin tocar el balón y marcó a puerta vacía. Pura fantasía.

El rodillo arranca en Mestalla

Fue un punto de inflexión. A partir de ese momento, la Real se subió a un rodillo del cual ya no se bajaría durante los próximos meses. En aquella segunda parte firmó una goleada histórica (2-5) y jugadas que luego se convirtieron en marca de la casa, como el letal contraataque fabricado por Bravo, Vela e Ifrán que supuso el 1-3.

La Real encadenó siete partidos sin perder, con 15 puntos de 21 posibles. El año nuevo llegó con el equipo plácidamente instalado en la tabla, a dos puntos de Europa y a diez del descenso. Restaban dos choques para finalizar la primera vuelta. En el Bernabéu, pese a la derrota (4-3), la Real demostró que ya no era un equipo apocado lejos de su hogar.

La segunda vuelta se iniciaba con la visita a Donostia del Barcelona, que sólo había cedido un empate en el primer largo liguero. Pero el equipo blanquiazul se conjuró para mantener su récord de imbatibilidad, 38 partidos seguidos sin perder entre las temporadas 78-79 y 79-80. En la víspera del Día de San Sebastián, los azulgranas se adelantaron con goles de Messi y Pedro. Todo parecía perdido, pero la Real no bajó los brazos, empató mediada la segunda parte y en el descuento Agirretxe puso a toda la grada a entonar la Marcha de Sarriegi. Otra remontada, otra vez más de dos goles anotados. Fe y pegada. Una combinación letal.

El último derbi en San Mamés

La Real siguió sumando, de uno en uno o de tres en tres, hasta que en la jornada 24 logró colarse entre las seis primeras plazas. Europa dejaba de ser una quimera. El siguiente reto era el último derbi en el viejo San Mamés. El choque se programó para un viernes, uno más de esos infames horarios que sufren los aficionados como penitencia por el hecho de que los clubes hayan vendido su alma al diablo televisivo. Quien paga manda. No fue obstáculo para que cientos de fieles cruzaran la A-8 para disfrutar de otra dulce victoria (1-3), nuevamente volteando un marcador adverso, nuevamente anotando más de dos goles.

Ya sobre la ola, Anoeta vivió un choque eléctrico ant eel Betis. Sin prisioneros, pisar el freno cosa de cobardes. Del 0-2 al 3-2, para terminar con un punto para cada equipo (3-3) y el público rompiéndose las manos. «Lo más justo hubiera sido que ganáramos los dos», resumía Pepe Mel. Pero el equipo no solo ha salido airoso en partidos vertiginosos, también ha sabido sufrir para defender un marcador. Lo hizo en el Calderón, donde el Atlético solo había cedido un punto hasta que Xabi Prieto cazó una contra para batir a Courtois.

A por la Champions League

Se acariciaba la cuarta plaza, alcanzada la semana siguiente frente al Valladolid, con una de esas avalanchas de 15 minutos con las que los blanquiazules han sepultado a varios rivales. ¿Europa League? No, olor a Champions. Una marea formada por más de dos mil aficionados se desplazó un domingo al mediodía hasta Vallecas para disfrutar con otra victoria de los suyos.

Se vislumbraba la meta. A falta de seis jornadas visitaba Anoeta el Valencia, quinto a dos puntos de desventaja. Se cumplió el guión. Gol de Soldado y remontada hasta el 4-2, con una contra antológica fabricada al alimón por Agirretxe y Chory Castro. Cinco puntos más el average a falta de cinco partidos parecían una ventaja suficiente.

Pero el Valencia no bajó los brazos. La Real cosechó en Getafe su única derrota de la segunda vuelta y dejó escapar dos puntos en el último suspiro frente al Granada. Sin comodines. Una victoria de muchos quilates en Sevilla, con remontada, y despedida ante sus fieles frente al Madrid con otro choque digno de guardar en la videoteca. Empate in extremis. Los de Valderde estaban de mano antes de la última y definitiva jornada, pero el tanto de Prieto les obligaba a ganar en su visita a Sevilla.

Marcó Banega y parecía que el premio gordo se iba a escapar, pero Griezmann la clavó y Negredo hizo méritos para recibir el Tambor de Oro. Angustia. Locura. Éxtasis. Champions.

 

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