Análisis de la temporada
Demasiados imponderables, que diría Marcelo Bielsa
Lo que mal empieza, mal acaba. A una atropellada pretemporada nunca vista en el club se sumó la fallida gestión del éxito anterior por técnico y jugadores.
Joseba VIVANCO
El último partido oficial del Athletic esta temporada fue fiel reflejo de lo que ha sido el equipo rojiblanco este curso. Una propuesta futbolística marcada a fuego por su entrenador, más allá de que se traduzca en resultados, un equipo corajudo que nunca le pierde la cara a los partidos por muy cuesta arriba que se pongan, unos jugadores que dieron una leccción de compromiso sin jugarse nada tangible en esos últimos noventa minutos, una idea consolidada de ir siempre a por la victoria. Frente a eso, errores indivuales o circunstancias puntuales que lastran partidos y la consiguiente pérdida de puntos, `imponderables' que diría Marcelo Bielsa, imposibles de controlar. Esa ha sido la radiografía de un Athletic que quiso ser el de un año antes pero al que las piernas y la cabeza de sus jugadores se lo impidieron.
Si uno echa un vistazo a la errática trayectoria clasificatoria del equipo esta campaña, observará, como ayer titulaba un diario, una regularidad dentro de la irregularidad. El equipo apenas sí ha alcanzado zonas nobles de la tabla y, a pesar de ello, tuvo opciones no buscadas de meterse en puestos europeos. Lo que mal empieza mal acaba. Un mal pase, un mal control, una mala elección suele derivar en una jugada de peligro, cuando no gol, para tu propia meta. Eso le ha sucedido este curso al Athletic. Los acontecimientos le han superado. Y de la misma forma que el propio Bielsa admitió en su última comparececencia que no supo gestionar el éxito, tampoco la cabeza de los jugadores lo supo hacer.
La ausencia presencial de Javi Martínez y mental de Amorebieta se ha notado y mucho, demasiado. La equilibrista e incómoda situación de Llorente, también. De golpe y plumazo la columna vertebral del exitoso año anterior desaparece. Dudas lógicas en el vestuario que hacen tambalear el convencimiento del mismo. A ello se suma la petición de la plantilla al técnico de moderar su asfixiante exigencia. Como decía un cómico, los seres humanos están bien... para un rato. Con Marcelo Bielsa, los jugadores debieron de pensar lo mismo.
Un rosario de penalidades
Una temporada que arrancó con el club tocado por las polémicas obras de Lezama, con el vestuario tocado por las espantadas, y que terminó de ser noqueado tras las tempranas eliminaciones europea y copera. Una temporada lastrada por la falta de forma de la mayoría de sus jugadores, no ya solo en el plano individual, sino coral. Jugadores que no rendían lo esperado, que alcanzaban su mejor estado pero lo volvían a perder, nunca la mayoría del equipo consiguió mantener alto el nivel y durante un periodo prolongado.
Las lesiones que han interrumpido la continuidad de algunos futbolistas, la ausencia de otros que hubieran venido muy bien para tapar ausencia, como Iñigo Pérez y Ruiz de Galarreta, un interminable baile en la pareja de centrales, demasiadas expulsiones y eso siendo uno de los equipos que menos faltas comete, demasiados errores y en exceso penalizadores, una alarmante falta de puntería -esa que no se puede entrenar, como dice Bielsa, sino que se tiene-, ausencia de jugadores que aporten goles más allá de Aduriz, una sangría goleadora y una facilidad rematadora de los rivales impropias de un equipo de este nivel... Demasiados hándicaps que han derivado en una campaña aciaga.
Solo la unidad del vestuario, el compromiso de club, el deber a un escudo y un sentimiento, amén de una infatigable grada detrás, han permitido al Athletic que la soga del descenso no apretara en exceso. De las derrotas se aprende, sostiene Bielsa.
Ekiza, Ibai, incluso San José, han sido algunos de los que han aprovechado el río revuelto para sumar minutos y crecer como jugadores. Laporte ha aportado el aire fresco, Aduriz sostuvo al equipo en los peores momentos, Susaeta sigue madurando, como De Marcos, y fallaron Muniain, Iturraspe o Aurtenetxe.