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Ya se puede visitar la más grande antológica dedicada a Durrio

200 piezas -óleos, esculturas, cerámicas, acuarelas, grabados, orfebrería o fotografías- entre las que se encuentran todas las obras catalogadas de Francisco Durrio componen la antológica «Sobre las huellas de Gauguin», inaugurada ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbo.
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GARA | BILBO

El Museo de Bellas Artes de Bilbo expone desde ayer la más grande antológica nunca realizada sobre el artista modernista Francisco Durrio, antológica que reúne la casi totalidad de su obra catalogada junto a un nutrido conjunto de obras de sus amigos artistas, entre ellas, una veintena de piezas de Paul Gauguin.

La muestra se titula precisamente «Sobre las huellas de Gauguin», e incluye óleos, esculturas, cerámicas, acuarelas, grabados, orfebrería, documentación diversa y fotografías de época.

Además del centenar de obras de Durrio, se incluyen 72 trabajos de sus amigos y, especialmente, del más significativo, Paul Gauguin (dos óleos, 18 obras sobre papel, cuatro cerámicas y una escultura en madera).

La base de la muestra es la colección propia de Durrio que conserva el museo bilbaino, que posee 26 piezas, entre cerámicas (10), piezas de orfebrería (14) y esculturas (2), es decir, un cuarto de su producción conocida. El Musée d'Orsay de París (una cerámica y tres piezas de orfebrería) y el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (15 piezas de orfebrería), han contribuido a la exposición con sus préstamos.

El comisario de la exposición, Javier González de Durana, no descarta que esta antológica provoque la aparición de más piezas de Francisco Durrio que puedan encontrarse sin catalogar en colecciones privadas de París.

De Bilbo a París

Poco conocido por el gran público, Francisco Durrio (Valladolid, 1868-París, 1940) pasó su infancia en Bilbo y de ahí su vinculación con esta ciudad, que mantuvo toda la vida. Su obra se centró en la escultura, orfebrería y cerámica. Vivió medio siglo en París, donde trabajó la cerámica junto a Pablo Picasso y mantuvo una estrecha amistad con Gauguin.

La muestra se divide en varias zonas: los retratos de Francisco Durrio realizados por Roy, Echevarría y Guezala, abren la exposición, junto a los inicios de la trayectoria artística de Durrio, representados por bustos de escayola, mármol, cerámica y bronce.

La segunda parte está dedicada a Montmartre y Gauguin. La selección de gauguins reúne más de 20 piezas -dos óleos, acuarelas, grabados y cerámicas-, algunas de las cuales pertenecieron a la colección privada de Durrio.

Orfebrería y cerámica

A continuación se recogen 46 piezas de orfebrería de Durrio, principalmente en plata y algunas con piedras semipreciosas. Son broches, hebillas, colgantes, sortijas, alfileres y argollas, de líneas ondulantes y formas cerradas, y con fuerte carga simbolista e inspiración oriental.

Otra zona se centra en las cerámicas y metales. Como ceramista Durrio elaboró jarrones, vasijas y otras piezas modelando formas redondeadas de carácter modernista.

Concluye la exposición con una sección sobre la memoria y la muerte, en donde se muestran tres memoriales, que constituyen la faceta más utópica de la carrera de Durrio, por su complejidad técnica y ambición creativa.

El polémico «Monumento a Arriaga»

El comisario de la exposición, Javier González de Durana, señaló que el «Monumento a Arriaga», situado en la entrada del Museo, «es la única obra de Durrio que la mayoría de la gente conoce». Pero su historia, rica en polémicas quizás no lo sea tanto.

En 1905, el Ayuntamiento convocó un concurso para erigir una estatua en homenaje a Arriaga con motivo del centenario de su nacimiento, a cumplirse en 1906. El vencedor, Durrio, firmó el contrato con la municipalidad en enero de 1907, comprometiéndose a entregar el trabajo en doce meses. Tras diversos retrasos, reclamaciones y polémicas varias, el conjunto fue finalizado a instancias del Ayuntamiento por un discípulo de Durrio, Valentín Dueñas, en 1932.

En 1948, en pleno nacional-catolicismo, «La Gaceta del Norte» emprendió una campaña para que fuese sustituida, ya que la desnudez de la musa «avivaba bajas pasiones». La réplica, vestida y en piedra, es obra de Enrique Barros. Hoy, se encuentra instalada en el muelle de Uribitarte.

El conjunto con la musa Melpómene fue restaurado en 1999 y, desde entonces, luce tal como Durrio lo pensó: con el agua brotando a través de la lira de la musa, a modo de lágrimas por el fallecimiento de Juan Crisóstomo Arriaga. A.H.

BILBAINO

Francisco Durrio (Valladolid, 1868-París, 1940) pasó su infancia en Bilbo y de ahí su vinculación con esta ciudad, que mantuvo toda la vida. Su obra se centró en la escultura, orfebrería y cerámica.

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