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Raimundo Fitero

Extremo

 

Programas televisivos dedicados a mostrarnos los trabajos de los denominados «cazadores de tornados», una legión de periodistas, científicos o aventureros de diferente formación académica cuya obsesión consiste en colocarse lo más cerca posible de esas manifestaciones de la naturaleza con el fin de fotografiarlos, grabarlos y estudiarlos. En ocasiones no sabemos si se trata de un deporte, de una afición de desequilibrados o un trabajo benefactor de la humanidad. Pero son un género audiovisual y hasta el cine lo ha tratado con imágenes previas conseguidas en ejemplos auténticos de devastación.

Podríamos considerar que se trata de un periodismo extremo o de una investigación científica extrema, porque los que se dedican a ello se colocan en situaciones bastante comprometidas físicamente. Es lo mismo que los cámaras submarinos, los que graban en paracaídas y, especialmente, los que están en las manifestaciones de indignados en todas las partes del mundo. En unas más que en otras, pero por lo que se nos ofrece parece que existe una homologación global de usos de material antidisturbios, de odio de los agentes camuflados que son los que utilizan la violencia más selectiva, y otras lindezas del sistema sin distinción de credos, razas ni sistemas.

Uno de los considerados mayores especialistas en tornados, Tim Samaras, junto a su hijo Paul y el científico Carl Young fallecieron el viernes pasado en Reno, Oklahoma, mientras estaban persiguiendo al tornado EF3 en su automóvil dotado con todos los medios. En acto de servicio. Se trata de un personaje muy mediático, un ingeniero dedicado desde hace años a los tornados, un gran divulgador e incluso inventor de algunas herramientas precisas para medir los efectos. Con programa propio, había colaborado con varias cadenas. En nuestra TDT lo veíamos con cierta asiduidad. Siempre nos pareció una actividad que rozaba con lo friki. A partir de ahora miraremos estos programas con un poco más de emoción. Pero seguimos sin entender su difusión televisiva. Nos parece bien si esa actividad sirve a la ciencia, pero no lo aceptamos como contribución al espectáculo. Especialmente porque incita a los espontáneos.