GARA > Idatzia > Ekonomia

ANÁLISIS | Políticas anticrisis

Krugman sobre la austeridad

Los autores toman como punto de partida un reciente artículo de Paul Krugman para advertir de que, además de la austeridad, la crisis de la deuda privada y las políticas bancarias y monetarias, tales como los rescates financieros, son parte del fracaso de las medidas anticrisis.

p021_f01.jpg

Ekai Center

En un reciente artículo en «The New York Review of Books» con el título «How the Case for Austerity Has Crumbled», Paul Krugman realiza un detenido compendio de su argumentación en contra de las políticas de austeridad. Como viene siendo habitual en los últimos meses, Krugman da gran importancia al cuestionamiento recientemente surgido en relación con el trabajo de los economistas de Harvard Reinhart y Rogoff, que establecieron la tesis de que el 90% de deuda pública suponía el punto de inflexión a partir del cual la carga de la deuda iniciaba un proceso de destrucción acelerada de las posibilidades de crecimiento.

Krugman acierta cuando apunta que las políticas de austeridad están fracasando en Europa y, en general, cuando argumenta en contra de la mitificación de este tipo de políticas por una parte de los responsables políticos de Europa y EEUU.

Sin embargo, sorprende que un experto de la talla de Krugman obvie en este análisis algunos aspectos clave sin los cuales no parece posible posicionarse ni sobre las estrategias de austeridad ni sobre las estrategias keynesianas que fervientemente defiende.

En primer lugar, el hecho de que las estrategias de austeridad fracasen inicialmente no es, en sí mismo, sorprendente. Las estrategias de austeridad no son estrategias de corto plazo sino de medio plazo. Dan por supuesto que la reducción del gasto o el aumento de impuestos producirán como reacción inmediata una contracción de actividad. Pero también apuestan por que los esfuerzos presupuestarios generen una mejora de la competitividad que permitan un mejor posicionamiento de la economía a medio plazo.

El que las políticas de austeridad tengan a corto plazo un efecto negativo sobre la demanda y la actividad no es, por lo tanto, ninguna sorpresa ni es, en sí mismo, un argumento de peso para su descalificación.

Es cierto, como indica Krugman, que detrás de las políticas de austeridad se esconde una inadecuada moralización.

No compartimos el criterio de Krugman de que la macroeconomía -o las políticas anticrisis- no sea una cuestión moral. Pero sí es cierto que las actuales estrategias de austeridad impulsadas en Europa y EEUU confunden premeditadamente el carácter moral de la racionalización del gasto público, la austeridad en la gestión pública o la evitación del despilfarro con aspectos cuya moralidad es menos clara como la necesidad de generar recursos para compensar el proceso de desapalancamiento o -muy especialmente- para compensar las políticas de rescate bancario masivo.

Y llegamos así al punto más criticable de la argumentación de Krugman que, como es habitual en sus análisis, radica en la falta de inclusión en los mismos de la incidencia en la crisis de la deuda privada y de las políticas bancarias y monetarias. Como Ekai Center ha puesto de relieve reiteradamente, las políticas de austeridad tanto en Europa como en EEUU no han sido realmente tales sino que se están basando en una llamativa combinación de austeridad presupuestaria y expansión monetaria. Esto significa que si estas políticas han fracasado hasta ahora, podemos en principio imputarlo tanto a políticas de austeridad como a políticas de expansión.

Es difícilmente discutible que si un país está gastando demasiado o recaudando excesivamente poco, esta situación debe corregirse antes o después. Lo que está ocurriendo es que la moralización del necesario saneamiento de las economías sobreendeudadas esconde, además, un intento de que estas estrategias incluyan la extensión al conjunto de la población del coste del rescate del sistema financiero.

En principio, no compartimos el criterio de Krugman de que el debate surgido sobre la fiabilidad de los resultados del trabajo de Reinhart y Rogoff tenga tal trascendencia para el cuestionamiento de las políticas de austeridad.

Tampoco creemos serio cuestionar que la acumulación de deuda pública sea, en sí mismo, un elemento negativo para la economía de cualquier país. El que exista o no un punto de inflexión alrededor del 90% sobre el PIB es una cuestión de menor interés. Lo lógico es que ello dependa de las circunstancias de cada país y, en buena medida, del uso que el mismo haya dado a los recursos captados a través de la emisión de deuda.

Por razones equivalentes, la defensa por parte de Krugman de las políticas keynesianas comete el mismo error de olvido de los aspectos de economía política que se esconden detrás de las mismas. Porque examinar los efectos de las políticas de estímulo del primer gobierno Obama es imposible sin tener en cuenta que las políticas de estímulo monetario impulsadas por la Reserva Federal han tenido una dimensión sensiblemente superior. O sin tener en cuenta la importancia presupuestaria de los rescates bancarios en este país.

Como tampoco es posible valorar la validez de cualquiera de las políticas anticrisis de Europa o EEUU sin tener en cuenta cuál hubiera sido la evolución de la economía occidental si los ingentes recursos destinados al rescate del sector bancario por vía presupuestaria o monetaria hubieran sido canalizados hacia la economía real o hacia la estabilización presupuestaria.

Tanto los defensores de las políticas de austeridad como los de las expansivas o de «estímulo» defendidas por Krugman se limitan a debatir sobre políticas presupuestarias centrando el análisis fuera del problema de fondo, que no es otro que el sobreendeudamiento privado, el riesgo acumulado en el sector bancario y las políticas de hecho aplicadas para hacer frente a ambos.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo