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CRíTICA: «El mensajero»

Un padre coraje infiltrado entre narcotraficantes

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Mikel INSAUSTI

Aquellos que para decidir si entran o no a ver una película suelen guiarse por el cartel, en esta ocasión pueden llevarse una sorpresa, porque «El mensajero» no es lo que parece. Pero la imagen promocional tampoco pretende engañar al público potencial, ya que muestra a Dwayne Johnson con los puños apetrados, pero (detalle importante) sin quitarse la camisa y mostrar su rocosa musculación. Es decir, promete tensión, aunque lo de la acción queda reflejado muy al fondo, en la parte inferior, con unos grandes camiones estrellándose y perdiendo su mercancía.

Una vez en la sala, los espectadores tendrán que descubrir por sí mismos que «El mensajero» es un título atípico en la filmografía del luchador reconvertido en actor. Tanto es así, que se trata de su primera interpretación dramática, al contar de forma excepcional con más espacio para los diálogos que para la exhibición física. Su trabajo en la película me parece de mucho mérito, ya que a lo largo y ancho del metraje ha de reñirse con su propia leyenda de hombre de acción. Y quien diga que su personaje carece de lógica, no vive en el mundo real. Hoy en día los gimnasios están plagados de gente que consumen anabolizantes para desarrollar la musculación del cuerpo, lo que no implica necesariamente que hayan intervenido en peleas callejeras o sepan defenderse de posibles ataques.

Su papel es el de un padre coraje que se introducirá en un mundo delictivo que desconoce, con tal de colaborar con la DEA en la detención de narcotraficantes, y así sacar a su hijo de la cárcel. Es un ciudadano corriente, un empresario, que ha sido chantajeado por el irregular sistema judicial estadounidense, capaz de utilizar la rebaja de penas a cambio de forzar la delación por parte de los condenados. El caso se las trae, porque el joven ya fue detenido en una operación-trampa, fruto de la cual un amigo le hizo un comprometedor envío de droga que no quería recibir. Como el chico no tiene contactos con los narcos mal puede informar, y ahí es donde entra la figura paterna del hombre dispuesto a introducirse hasta en los carteles mexicanos.

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