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Tere Sáez | Técnica de Igualdad, Colectivo Andrea y Lunes Lilas

Justicia para Ada, Justicia para todas

«Me siento más que tú que eres un objeto a mi servicio. Y además por ser quien soy o por quien eres tú, tengo posición de ventaja incluso en un proceso judicial»

Ada fue brutalmente asesinada. Los responsables no han sido las mafias de este u otro país (que no quiere decir que no tengan responsabilidades). Ada ha sido asesinada por ser mujer negra, inmigrante y prostituta, y lo ha hecho un machista autóctono, no por un arrebato o por un impulso incontrolable. Lo ha hecho precisamente basándose en su vivencia de poder sobre las mujeres (Ada no ha sido la única) y eligiendo un blanco fácil. Por que Ada forma parte de ese colectivo de mujeres que habitualmente no cuentan en las estadísticas de violencia de género, por esa «invisibilidad» que sufría ella y sufren muchas otras mujeres inmigrantes, negras y prostitutas. Mujeres que no se atreven a denunciar, que si lo hacen no son tenidas en consideración (ya se sabe, «gajes del oficio»), que desaparecen y/o son asesinadas y nadie las contabiliza como víctimas de esta violencia, o que día a día tienen que aguantar multitud de agresiones sin poder dar la cara por miedo.

El autor de su muerte la ha asesinado por considerarla objeto, inferior, propiedad de él y de todos, mujer que no tiene derecho a decir no a sus deseos.

La violencia machista procede de una larga historia de desigualdad de derechos, una historia en la que las mujeres son sometidas por algunos hombres en connivencia con un poder patriarcal que ha sido, y aun es, su escenario, su soporte, su aliado y su cómplice

Es una violencia ideológica o física que persigue la dominación a través del terror. Y en este caso lo ha demostrado a la perfección.

El asesinato de Ada no está lejos, en el fondo, del cometido por Diego Illanes en el caso de Nagore Laffage hace cinco años. La misma idea imperante: «Me siento más que tú, que eres un objeto a mi servicio. Y además, por ser quien soy o por quien eres tú, tengo posición de ventaja incluso en un proceso judicial».

Y todo esto pasa en un contexto de pequeñas agresiones cotidianas que pasan desapercibidas, cuando no normalizadas y promovidas, que nos llevan a vivir con total normalidad el goteo incesante de mujeres asesinadas. 28 (contabilizadas) en cinco meses. Todas ellas son el cruel y trágico reflejo de una enfermedad que nos destruye como sociedad. Una sociedad patriarcal que no deja crecer libremente a las personas, independientemente de que sean mujeres u hombres.

No basta con salir en la foto ese día. Bienvenidas y necesarias las medidas que se tomen de urgencia, fruto de tener día sí y día no un cadáver sobre la mesa. Pero no serán más que un parche si no se ataja el fondo y se apuesta por la igualdad que, se mire por donde se mire, es la única vacuna posible contra la violencia de género

Hoy por Ada no nos queda más que indignarnos, manifestar nuestra solidaridad y el rechazo a estos crímenes machistas. Nos queda también pedir justicia reparadora, para Ada y para todas, entendida como reconocimiento, respeto y restitución para ellas y sus familiares

Pero es necesario seguir apoyando a las miles que denuncian. Animando a salir de ese infierno a quienes no lo hacen y más cuanto más vulnerables sean. Contando con ellas, con las supervivientes cotidianas, para realmente empoderarlas, escuchando qué necesitan y cómo quieren que se actúe. Lo que indudablemente nos lleva a cuestionar leyes que restringen y cercenan derechos diciendo quiénes sí y quiénes no son víctimas de violencia de género y a revisar urgentemente el desarrollo de las mismas, dotándolas de recursos y personal formado en igualdad y género. Apostando por la prevención, cuestionando la educación machista en todos los ámbitos de la vida y el sistema patriarcal.

Se trata de comprender, que existe el «no» y que las mujeres tienen el mismo derecho a compartir la calle, al igual que el resto de espacios, sin que su seguridad y derechos sean violados. Que las relaciones entre las personas deben ser, sean las que sean, siempre libremente consentidas.

Cuando las víctimas de violencia machista importen como han importado otro tipo de víctimas en nuestro país, cuando los medios de comunicación apuesten a tope por una sociedad libre de sexismo, cuando haya manifestaciones de indignados e indignadas contra la violencia machista, es probable que el fin de de la misma esté más cerca.

Mientras tanto, sigamos poniendo cara y dando voz a las víctimas. Porque queremos dejar de contar muertas, para empezar a contar con las vivas.

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