Un email enviado de madrugada por el padre de la deportista Javier Berasategui a distintos medios de comunicación, incluido GARA, informaba en la noche del viernes al sábado de la noticia en los siguientes términos: «Desde la fuente más cercana a Virginia, su familia, les comunicamos que ha recibido una notificación de positivo en el control antidoping realizado tras el III Bilbao Triathlon celebrado el pasado 18 de mayo. Virginia se acogerá a su derecho a solicitar el contraanálisis y hasta entonces, desde este su entorno, les pedimos la máxima prudencia».

La triatleta vizcaina, que a principios de abril anunció su retirada del deporte profesional tras 25 años de una trayectoria tan laureada como intensa, afrontará a los 37 una despedida de la competición mucho más amarga si el contraanálisis confirma el diagnóstico.

Ya lo pasó mal también en mayo de 2005 cuando la Federación Española de Triatlón anunció que la bilbaina había dado positivo de EPO tras ganar el Ironman de Lanzarote. Aquello, sin embargo, terminó sobreseído y archivado por las irregularidades en el proceso de análisis como uno de esos denominados «falsos positivos».

Resultó absuelta por lo que no tuvo sanciones deportivas, aunque el suceso sí afectó a la deportista que años después seguía recordando con tristeza un episodio que más que dañar su imagen le alteró la moral.

Castigada en los últimos años por accidentes y lesiones: «Mi cuerpo me pide una tregua. Quiero empezar una nueva vida y ser algo más que una triatleta», anunció en la rueda de prensa de su adiós casi entre lágrimas esta triatleta que se ganó a la afición por la resistencia que demostraba cuando vestía de corto, pero también de calle, cumpliendo con el esfuerzo que se le supone a una deportista de élite pero también con la cercanía que demostró cuando ejerció de pregonera en la Aste Nagusia de Bilbo en 2012 o en otros compromisos que aceptaba.

Por eso Virginia Berasategui (Bilbo, 1975) es también una de las deportistas más conocidas en Euskal Herria, por su largo recorrido que inició siguiendo los pasos de su padre, pionero en estos lares de este deporte que combina la natación, el ciclismo y el atletismo y que ella promocionó como nadie participando en las pruebas de casa, pero sobre todo con el bronce en el Ironman de Hawai, en 2009, la gran cita de cualquier triatleta siendo la segunda vasca en subir al podio, tras Eneko Llanos, y la única mujer del Estado español que disfrutó de sus vistas y su zona vip.

Aquel bronce tuvo incluso mayor repercusión que el oro del Mundial de larga distancia logrado en 2003. Alternando el triatlón con el duatlón, también fue tercera en el Mundial de Gernika de 1997 con bicicleta y carrera a pie o triple campeona europea de triatlón.

Nombrada por la Federación Española como la mejor triatleta del siglo XX, ha sido elegida mejor deportista vizcaina en seis ocasiones y ha obtenido otros reconocimientos que pueden no volver a repetirse por los últimos acontecimientos.