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NARRATIVA

Homo homini lupus


Iñaki URDANIBIA

La escritora italiana, nacida en Florencia en 1936, comprobó desde su niñez que la vida iba serio ya que, huyendo del fascismo, sus padres se trasladaron a Japón en donde fueron recluidos en un campo de concentración, entre 1943 y 1946, al no reconocer al gobierno imperante. No cabe duda de que tales circunstancias marcaron su vida y su escritura.

No hace mucho di cuenta de su «Tren de la medianoche», que relataba el ambiente que reinaba tras la segunda guerra mundial. Puede afirmarse así que no es Dacia Maraini la alegría de la fiesta, y menos en esta ocasión en la que no estamos para nada en una fiesta ni en nada que se le parezca sino que más bien nos movemos, o somos movidos, por los umbrales de amenazantes funerales. Ocho deslumbrantes flashes componen este volumen cuyo centro de gravedad es el maltrato del que son víctimas las mujeres. Un doloroso muestrario que parece nutrido de las páginas de sucesos: palizas, pederastia, violaciones, pedofilia, celos enfermizos, y todos los discursos justificadores y culpabilizadores que acompañan, en siniestro coro, a las víctimas de tales desmanes falocráticos.

El muestrario es apabullante hasta el escalofrío y llega a tal punto que me atrevo a señalar que el título puesto a este comentario habría de puntualizarse en lo que hace al género, y me explico: si el dicho de Horacio -luego empleado y extendido por Thomas Hobbes- afirmaba que el hombre es un lobo para el hombre, aquí debería puntualizarse para subrayar que, en los casos que se nos presentan, los hombres son verdaderos lobos para las mujeres, que siempre ocupan el papel de víctimas. No hace falta ni decirlo, pero por si acaso lo haré, que generalizar es mentir y obviamente no todos los varones son unos bestias con sus mujeres, sus compañeras, sus hijas, o sus vecinas, sino que hay, y en los relatos del libro asoman, seres masculinos que ayudan, apoyan y lloran ante la suerte (¡maldita suerte!) que corren las féminas.

La que fuera compañera, durante algo más de una veintena de años, de Alberto Moravia dio muestras de haber aprendido con creces el oficio de escribir, pasando a convertirse en la más conocida de entre las escritoras italianas. Autora de novelas y obras teatrales, algunas de las cuales fueron llevadas a la gran pantalla, nos presenta ahora estos relatos escalofriantes, duros y pulcramente escritos.

Como ya queda señalado estamos ante unas narraciones que se inician con una joven que en repetidas ocasiones «se cae por las escaleras», en su casa no las había, y que en su boca no hacen sino ocultar las tundas que le da su, aparentemente, amable marido y que se cierran con una mujer que es arrastrada a la muerte tras los apaleamientos a los que la somete su marido, cantante él. Entre ellos vemos a una niña, Venezia, que es dedicada por su progenitor al mundo de la moda desde su más tierna infancia hasta que un día misteriosamente desaparece del jardín de su casa; a una señora que es ayudada por un caballero -por llamarle de algún modo- que lo que en el fondo persigue es violarla hasta conseguirlo. También conoceremos el cruel destino de una chavalita que es violada por varios compañeros de clase como pago a su actitud «provocadora», o a una violada que ha de abortar del fruto de un violador, o todavía a unas niñas cuyo padrastro, ejemplar en apariencia, las pervierte con sus obsesiones, y por último, a un ser verdaderamente enfermo de celos que espía y controla malamente a su enamorada esposa.

La emoción y la indignación acompañan la lectura desde el principio hasta el final, y la realidad de todos los días y la ficción quedan unidas en estas magistrales escenas que son fragmentos de la vida misma, en la que domina aquello de que, quien más puede capador... de mujeres. Y la airada pluma de la escritora clamando contra el terrorismo de género. Quizá sea justo decir que los relatos adolecen de una excesiva linealidad y de una tendencia a recurrir a mecánicas explicaciones causales.

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