Alberto Pradilla | Periodista
Burger King, go home!
Inaugurar un Burger King en Alde Zaharra de Iruñea es similar a beber cerveza sin alcohol en Sanfermines o comer chuletón de tofu en una sagardotegi. Una aberración, un sinsentido, una anomalía en Matrix. La hamburguesería yanki pretende abrir un local en Mercaderes. Y yo tengo la certeza de que se convertirá en un campamento hostil que ayudará a despersonalizar, más aun, mi barrio de adopción. No nos engañemos. En cada lugar donde aterrizan, Burger King o McDonalds convierten todo lo que tocan en un producto sin alma, la copia de una copia de una copia. Desde la Plaça de Catalunya, en Barna, hasta Tahrir, en Cairo, sus putas gorras y deprimentes sonrisas reproducen la precariedad y la vulgaridad, provocando que todo sepa a la misma deliciosa bazofia.
Que no se me malinterprete. Creo firmemente que la decisión más trascendental que toma una persona en ese íntimo instante del domingo resacoso es la de elegir entre hamburguesa o pizza. No obstante, me niego a que me planten su distribuidor de comida basura en el centro de mi universo. Podrán echarme en cara la hipocresía de mirar a otro lado si colonizan mi patio trasero. Quizás. Pero tengo que recordar que, pese a la hostilidad del Ayuntamiento, la hostelería forma parte de la sociología de Alde Zaharra. Como las peñas o la Asociación de Vecinos. Tiene un sentido. Aporta personalidad. Cada bar es como unas canas, como las arrugas en los ojos, como una mueca característica en la sonrisa. Cada taberna, incluso aquella que nunca pisé, simboliza el veni, vidi, vici. Llegar y saberse en casa. Son templos de la certeza donde celebrar que el mundo sigue siendo mundo, que la vida es puta pero estamos juntos, que tengo la seguridad de que mañana no se caerá el cielo sobre mi cabeza ni el suelo se hundirá bajo mis pies. Recordar quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. Levantar la copa en familia, mirar a nuestro alrededor y saber que ese momento merece la pena por sí mismo, que es justo y representa una de nuestras aspiraciones como seres humanos. Cada trago en la Herriko, Toki Leza, Zuriza, Mesón de la Tortilla o Katu frena el tiempo, lo congela, lo mantiene unos instantes en el paladar y lo expande a lo largo y ancho de nuestro espíritu.
Eso no ocurre en lugares zafios como Burger King, cuya irrupción implica que Pamplona plante una nueva pica en Iruñea. Sois dueños de medio mundo. Respetad nuestros rincones sagrados. Sacad vuestras sucias hamburguesas del barrio.