El acto de Biarritz en el que el Colectivo de Exiliados Políticos Vascos presentó una hoja de ruta para resolver su situación ha puesto nervioso al delegado del Gobierno español en la CAV, Carlos Urquijo. A través de Radio Bilbao, hizo una petición bastante directa al Gobierno francés para que realice alguna detención como respuesta, o más bien represalia a tenor de las palabras que utilizó.

«Me imagino que la Policía francesa habrá tomado buena nota de lo ocurrido allí. Evidentemente, el momento de practicar alguna detención, si procede, no es cuando se está desarrollando un acto con centenares de personas. Puede ser muy complicado. Pero creo que en los próximos días debería haber algún tipo de consecuencia en relación con los organizadores o con algunos de los participantes en ese acto», apuntó Urquijo.

El delegado del Gobierno expuso que debe ser el Estado francés quien «tome cartas en el asunto» y añadió que «no habrá impunidad para ningún terrorista con causas pendientes en España». «Vamos a capturar a quienes tengan esas causas pendientes con la Justicia. Esa es nuestra obligación como Estado de Derecho y nuestro compromiso con las víctimas», amenazó el representante del PP.

Paradójicamente, varios medios de la derecha española a quienes no gustó lo planteado en Biarritz presentaron el acto como una mera escenificación de un retorno, y aseguraron, de modo más o menos tajante en función de cada medio, que los exiliados que salieron al estrado no tendrían causas pendientes. Carlos Urquijo no parece tenerlo tan claro.

López habla de generosidad

Diferente fue el tono y el contenido con que valoró el acto de Biarritz el exlehendakari y secretario de Relaciones Políticas de la Ejecutiva Federal del PSOE, Patxi López. El mismo sábado, en una comparecencia en una localidad de Murcia, afirmó que la ley en el Estado español «es muy contundente en la consecución de la justicia, pero también es muy generosa en la integración de todos aquellos que quieren hacer el recorrido para integrarse en democracia».

A su juicio, «la democracia no es una ciudad amurallada, sino que tiene puertas para entrar, y cuantos más estemos dentro, mejor. Todo aquel que quiera hacer ese recorrido asumiendo los principios, los valores, las normas, las reglas y las leyes de la democracia, bienvenido sea, pero el que quiera hacer trampas no será bienvenido». Situó esta posición en una clave de «exigencia a ese mundo» al que abogó por no dar publicidad.