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Xabier Silveira | Bertsolari

«A Canarinha»

Aquí si nos suben el precio del transporte público, lo pagamos y nos callamos. Si nos cierran escuelas, si nos quitan médicos, si censuran la cultura a base de recortes, nos vamos a la piscina, que teniendo el abono anual no sale tan cara

Para descubrir que un partido de izquierda puede ser tanto o más corrupto que uno de derechas, no hay que irse hasta Brasil. Basta con recordar a los Otano, Urralburu y compañía. El hecho de robar al pueblo hace de facto incompatible el izquierdismo con el ente o persona que se apropia de los bienes comunes, lo cual, al parecer, no influye para nada en el mundo que nos toca padecer. Cualquier cerdito se puede montar un partido y situarlo en el panorama electoral como fuerza de izquierdas, pese a que el único objetivo de crear una organización política sea vivir del cuento.

Sin embargo, que te robe un ladrón es una cosa y que te robe quien se supone que caza ladrones es otra bastante más indigesta. Supongo que será uno de los detonantes de la indignación que se ha apoderado de las calles en las ciudades más pobladas de Brasil. Indignados, que es como quedan los que pierden la dignidad, sabedores de que tras ella solo queda la esperanza, se lanzaron a la protesta de la única forma posible: sembrando el caos. El poder sabe controlar el orden, no el caos. Y el desorden es capaz de subirse hasta el tejado del parlamento, de cerrar los accesos a las grandes urbes y de paralizar las decisiones que acabaron de prender la mecha popular. Pero ademas de todo ello, también de abrir los ojos incluso a quien más de lejos le toca el problema, como pueden ser los multimillonarios que idolatramos cuando se ponen pantaloneta y camiseta con número:

Los futbolistas de élite no es que me parezcan un ejemplo para nadie, en nada, aunque he de reconocer que recibí con agrado las declaraciones del seleccionador brasileño, así como las de sus estrellas Neymar, Hulk, Dani Alves o Dabid Luiz en torno a las protestas que se están produciendo en las mismas fechas en las que ellos, como anfitriones, se disputan la Copa Confederaciones. A un año vista de la Copa del Mundo 2014, a celebrar también en Brasil, y entre rumores de que el país no va a ser capaz de organizar los JJOO de 2016, estas intervenciones de celebridades tan populares como las mentadas no es que pongan precisamente en muy buen lugar al Gobierno sucesor del que fuera a ser, decían, el libertador Lula Da Silva. Cuando los vecinos de abajo y los de arriba se alían, los del medio están jodidos.

Aquí sería difícil de imaginar. Tanto lo uno como lo otro. Aquí si nos suben el precio del transporte público, lo pagamos y nos callamos. Si nos cierran escuelas, si nos quitan médicos, si censuran la cultura a base de recortes, nos vamos a la piscina, que teniendo el abono anual no sale tan cara. Si nos despiden masivamente, si nos quitan las ayudas de pobreza, nos vamos a casa de la ama, que ella siempre tiene soluciones para todo. Y nosotros felices, pues nos han bajado un quince por ciento el precio del carnet de socio. ¿Qué vamos a hacer, sino ir al fútbol, que en nuestro equipo hay cinco o seis que son del rollo? Y yo pregunto: ¿En serio que sigue existiendo el rollo? Y si es que sí, entonces pregunto: ¿Y no vamos a hacer nada?

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