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La vejez solitaria y el abandono gradual en «La lapidation de Saint Étienne»

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M.I. | DONOSTIA

El veterano actor Lou Castel, todo un icono del cine europeo de la segunda mitad del pasado siglo, interpreta en francés «La lapidatión de Saint Étienne» como si se tratara de un trágico monólogo. El título está inspirado en el cuadro «La lapidación de San Esteban», pintado por Rembrandt, y que aquí sirve de metáfora para ilustrar la lenta muerte de los ancianos que viven solos como una nueva forma de lapidación social.

Es el segundo largometraje del catalán Pere Vilà i Barceló, que en el 2007 debutó con «Pass a nivel», donde se fijaba en los jóvenes mileuristas. Su nuevo trabajo ha sido comparado con la aclamada «Amour» de Michael Haneke, con la diferencia de que el drama es vivido individualmente, y no en pareja. Producido por el festivalero Luis Miñarro, en la Seminci de Valladolid recibió el FIPRESCI de la crítica.

El viejo Étienne no padece el llamado síndrome de Diógenes, pero acumula los recuerdos de toda una vida en su casa-taller donde se dedica a la restauración. Es lo único que le queda de su mujer y de su hija, cuyos fantasmas le acompañan a diaria, en medio de una descomposición física y vital. Conserva las radiografías, los cardiogramas y encefalogramas familiares, reproduciéndoles en las paredes para tratar de recuperar el rastro de algún sueño. Mientras, los vecinos y la casera le piden que deje su vivienda.

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