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La clase política brasileña, perpleja frente a la permanente movilización

Políticos e instituciones brasileñas asisten perplejos a las protestas que se extienden por Brasil. Del rechazo a la subida del transporte, se ha pasado a una demanda general de mejores servicios sociales que refleja el descontento de una forma que escapa a los patrones tradicionales. La presidenta, Dilma Roussef, y su partido, el PT, han pasado de una actitud distante al elogio y a sumarse a las movilizaciones.

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Las grandes protestas en Brasil, que se mantienen desde hace días, han dejado perplejos a los políticos. En las multitudinarias manifestaciones en todo el país, que el lunes llevaron a 250.000 personas a las calles de las principales ciudades y se extienden a diario por todo Brasil, no entran ni políticos ni sindicatos: «No nos representan», les dicen en sus pancartas.

Las protestas han sembrado el estupor entre los políticos. «Toda la institucionalidad política, incluso la más progresista, ha quedado estupefacta, porque es un fenómeno que sale de los patrones tradicionales. Es un movimiento de individuos que transita de Facebook a la calle, aunque sus demandas son muy nítidas y concretas», explica a France Press el diputado socialista Chico Alencar.

El propio ministro de la Secretaría de la Presidencia, Gilberto Carvalho, reconoció que «es extremamente complejo de entender, ni en nuestros buenos tiempos conseguíamos poner a 100.000 personas en las calles», en alusión a la época en el que el Partido de los Trabajadores (PT), hoy en el poder, era el instigador de las mayoría de las movilizaciones.

La política vive su nivel de prestigio más bajo de los últimos diez años en Sao Paulo, la metrópoli de 20 millones de habitantes donde se originaron las protestas, según una encuesta de Datafolha: un 79% opina que los partidos tienen poco o ningún prestigio; el 76% dijo lo mismo del Gobierno y un 82% del Congreso.

Y entre las razones de las protestas, si el motivo número uno fue el precio del transporte (67%), el segundo y el tercero fueron la corrupción (38%) y los políticos (35%). Las protestas contra el aumento del precio del transporte y los millonarios gastos públicos en el Mundial 2014 desataron una ola de críticas a alcaldías, gobernaciones, congreso y gobierno federal, a los que se reclama resultados y servicios públicos de calidad, tras dos años de crecimiento bajo e inflación elevada.

«Hay una insatisfacción con la política tradicional, un distanciamiento del elector con sus políticos, que no ocurre solo en Brasil, sino que lo hemos visto en las grandes protestas callejeras en todo el mundo», señala la socióloga de la Fundación Getulio Vargas Dolce Pandolfi.

Roussef elogia y el PT se suma

En los últimos años, una sucesión de escándalos de corrupción han asolado el Congreso, Gobierno y partidos, incluido el PT, que enfrentó al final de 2012 un histórico juicio en el que fueron condenados exministros y exdirigentes. «Un año antes del Mundial de fútbol, que será seguido tres meses después por las elecciones presidenciales, y después de que la popularidad de la presidenta, Dilma Rousseff, todavía favorita, cayera ocho puntos por causa de la inflación, nadie se atreve a evaluar el impacto político que tendrán las protestas.

Tras una semana de manifestaciones, Rousseff, una exguerrillera torturada y encarcelada bajo la dictadura militar, pasó de una actitud distante al elogio, al afirmar que los políticos tienen que «escuchar la voz de las calles». Ayer la presidenta suspendió un viaje a Japón mientras decenas de miles de personas volvían a ocupar la calle. Símbolo de la confusión de los políticos, el gobernante PT instó a su militancia a apoyar las protestas. «El PT saluda las manifestaciones de la juventud y de otros sectores sociales que ocupan las calles en defensa de un transporte público de calidad y barato», indicó en un comunicado. Añadió que «la presencia de afiliados al PT, con sus colores y banderas, en este y todos los movimientos sociales, ha sido un factor positivo para su fortalecimiento e, incluso, para impedir que la prensa conservadora y la derecha puedan influir las agendas de las manifestaciones legítimas».

Sacar un millón de personas a las calles de ochenta ciudades

Tras rechazar las reivindicaciones de los ciudadanos en un primer momento, los gobernantes de las dos mayores metrópolis brasileñas, Rio de Janeiro y Sao Paulo, anunciaron el miércoles que revocarán los aumentos del precio del transporte público, siguiendo a muchas ciudades que lo habían hecho antes. No obstante las movilizaciones y enfrentamientos con la Policía continuaron el miércoles por la noche y ayer decenas de miles de personas volvieron a salir a las calles de 80 ciudades brasileñas. El objetivo era sacar a un millón de personas en la primera jornada de acción nacional. En las redes sociales cientos de miles confirmaron su asistencia.

Los comercios más céntricos se preparaban para lo peor y cerraban más temprano o protegían sus escaparates. En Rio de Janeiro, donde se disputaba el partido España-Tahití en el estado Maracaná, como parte de la Copa de las Confederaciones, miles se acercaban a la Plaza Candelaria para comenzar la marcha. En Salvador, unas 50.000 personas desfilaban en la plaza Campo Grande al son de percusión, silbatos y eslogans. Pero la Policía disparó gas lacrimógeno y balas de goma contra los manifestantes que intentaban llegar al estado Fonte donde se iba a jugar el partido entre Uruguay y Nigeria.

La novedad de ayer fue la intención de sindicatos, partidos y organizaciones de sumarse a las marchas de las que hasta ahora estaban ausentes, desde el Movimiento de los Sin Tierra a la Unión Nacional de Estudiantes, la Central Única de Trabajadores, el Partido Comunista de Brasil o el mismo Partido de los Trabajadores en el gobierno. GARA

policía arrepentido

Un agente de la Policía Militar arrojó su arma al fuego y se unió a los manifestantes en Río de Janeiro. «¿Servir a un Gobierno así?. ¡Estoy avergonzado, maldita sea!. Me avergüenza lo que le pasa a la gente todos los días», explicaba, según el vídeo.

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