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Carlos GIL | Analista cultural

Pérdidas

 

Es lamentable la concepción de la cultura como oficina de objetos perdidos. Estamos perdiendo el tiempo, el futuro, el dinero, las emociones y hasta las feromonas se han desperdigado por otros focos de atención. Desde el punto de apoyo para mover el mundo que buscó el filósofo hasta la invención de la mercadotecnia envolvente, la cultura ha debido situarse a codazos en el anaquel de la historia y de la evolución de la humanidad que le corresponde y que siempre le niegan los que han perdido la memoria y la ilusión.

Está claro que las diferencias de clase se manifiesta cada vez más en el terreno de la cultura. Por eso hay que reclamar, exigir, potenciar y proclamar la educación para la cultura laica, universal y gratuita. Y tenerlo claro: hay expresiones artísticas que siempre han formado parte de la exclusividad de los poderosos. Lo importante es que exista igualdad de oportunidades. Que se tenga claro que los recortes en educación y cultura inciden de manera irremediable en las clases menos favorecidas. Y en el campo de lo cultural lo que se hace es expulsar a miles de conciudadanos del paraíso y colocarlos ante esa sombra cultural que es la televisión. Y hasta dentro de la televisión se establecen otras jerarquías.

Una pérdida de tensión arterial cultural nos puede llevar en la anemia social, que si se hace crónica acaba en una desgracia generacional. Y eso sí es una auténtica pérdida. Es el desierto donde crecen arquetipos, oportunistas, inercias, franquicias y excusas justificativas de decisiones inspiradas por un pensamiento anticultural despreciativo, indecente. Hay que perder el miedo a la cultura popular entendida como algo que nos hace.

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