Alberto Pradilla | Periodista
Despotismo iletrado en Sanfermines
La actitud de UPN hacia Gora Iruñea! se basa en la política de tierra quemada. Vamos, que preferiría arrasar la Runa antes que permitir algo tan democrático como que colectivos populares puedan desarrollar su programa sanferminero sin trabas. Uno llega a pensar si Enrique Maya no se planteó alargar artificialmente las inundaciones de hace unas semanas para evitar el engorro de inventarse alguna rocambolesca excusa con la que justificar el veto. Especialmente, después de enterarnos de que el concurso que el Ayuntamiento se sacó de la manga para cortocircuitar a las asociaciones ha quedado desierto.
Lo peor de todo es que casi nos hemos acostumbrado al despropósito. Llevamos tanto tiempo sometidos a la dictadura del «no» que asumimos como normales prácticas que en cualquier país civilizado serían condenadas por sectarias, paletas e irracionales. No en vano, han pasado once años desde aquella noche de los cuchillos largos en la que incontrolados con barras de hierro, cubiertos por antidisturbios, asaltaron Alde Zaharra pocas horas antes del Txupinazo, cuando cientos de personas denunciaban la prohibición de las txosnas.
Con aquel veto, Barcina inauguró un período caracterizado por el intento de excluir de la vida social a los que no piensan como ella. Luego le cogió el gusto a apropiarse de lo público y, además de tratar de adueñarse de los espacios, también decidió meterse al bolsillo nuestros dineros. Pero esa es otra historia.
En esta década ominosa, la apisonadora de UPN y sus obsesiones han causado situaciones estrambóticas. Como cuando intentaron contraprogramar hasta los toricos de fuego de San Fermín Txikito. Básicamente, nos encontramos ante un despotismo iletrado. En cualquier lugar normal, la labor ciudadana que, de forma altruista, dedica parte de su tiempo libre a elaborar un programa alternativo en Sanfermines no solo sería respetada, sino promocionada y apoyada con subvenciones públicas. En vez de eso tenemos que contener la respiración a la espera de la arbitraria decisión consistorial.
¡Ya falta menos! Para las fiestas y para echar a estos botarates. Gora Iruñea! tendrá una calle a su nombre, la ciudad será más abierta y respirable y el cordón sanitario impuesto desde la más supina ignorancia quedará en el recuerdo como alerta mental para que no vuelvan a imponerse nunca más.