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Antxon Lafont Mendizabal | Peatón y empresario

Confianza y telegrafistas

El presidente de ADEGI afirma que Gipuzkoa se ha convertido en un «territorio hostil» para las empresas. Allá donde he vivido la actividad empresarial, quien profiere esos desatinos no queda en el cargo ni 24 horas Ayer las basuras, hoy la hostilidad hacia las empresas. ¿Cuál será el próximo episodio de un Plan político ejecutado con la precisión de un relojero y fielmente transmitido por leales telegrafistas?

En períodos, más o menos largos, de crisis pululan diversos tipos de mantras pregonados por «autoridades» designadas o dirigidas por instituciones variadas, de la vida política o la civil pasando por poderes ambiguos como los religiosos.

En materia de empresa, los predicadores a menudo son representantes de colectivos cuyos operadores nunca han estado en empresas de producción y cuya capacidad decibélica es inversamente proporcional a su saber tratar temas como los que representan la preocupación de cada día: personal, producto, mercado y tesorería. Esos colectivos estiman sus recursos a partir de subvenciones de fondos públicos que «consiguen» movilizar. No generan facturación, la deciden.

Volvamos a los mantras que nos activan. Entre los actualmente más frecuentes tenemos los referidos a la «confianza», a la imperativa obligación de la «formación», dentro o fuera de la empresa, a la imprescindible necesidad de financiación a corto y medio plazo de, por lo menos, las muy pequeñas y pequeñas empresas, a los diferentes dispositivos de búsqueda de mercados, a la vital actividad de innovación. En resumen, cito aquí los elementos que accionan la actividad empresarial y más precisamente la función de producción, sin las cuales se instala la apatía y la pasividad que conducen a la liquidación.

Entre los factores vitales de la economía cabe resaltar la coherencia en el tratamiento de un sistema cuyos determinantes, siendo rápidamente variables, exigen aportar flexibilidad de manera a impedir la tendencia irresistible a la rigidez propia de toda obra humana.

La primera piedra de esa coherencia es la confianza tanto en la sociedad política como en la sociedad civil, y sobre todo en ésta última. En efecto si la falta de confianza es demoledora en la vida civil, en la vida política acaba creando un clima de mansedumbre. En la sociedad civil la falta de confianza destruye la vida de personas, en la sociedad política, en cambio, no se conoce la desaparición de partidos políticos convencionales, más que cente- narios, o descendientes directos de ellos, versados en la generación de abatimiento periódico.

Recientes declaraciones desandamian las frágiles estructuras bajo las que nos desplazamos. Cito en primer lugar la que estimo más grave. El Presidente de la patronal guipuzcoana afirma, que Gipuzkoa se ha vuelto un «territorio hostil» para las empresas. Afirmación confirmada pocos días después en una «interview» del mismo medio de comunicación. ¿Cómo se puede tener ese discurso respecto a inversores que buscan confianza por parte, por lo menos, de «responsables» de las empresas? ¿Qué ánimos dan así a los jóvenes que todavía creen, pocos, en la empresa? Cuando presentan unos productos al mercado ¿resaltan sus puntos estimados como débiles nada más? En cualquier país, en los que he vivido la actividad empresarial, el responsable de un colectivo de empresas que profiriera esos desa- tinos no queda en su cargo ni 24 horas. Aquí seguimos sin rechistar. Así nos va y nos irá. Nos sorprende quizás menos cuando el «responsable» citado se limita a citar Gipuzkoa. ¿Por ser responsable de la patronal guipuzcoana, o por otras razones? Un mes antes, un medio de comunicación estatal afirmaba que a primeros de mayo de este año la actividad industrial conoció, en el período interanual, un crecimiento únicamente en Gipuzkoa, el 0,6%, mientras que en Álava la caída fue del 2% y en Bizkaia del 1,5%. Si Gipuzkoa es hostil, ¿qué habrá que decir con el mismo criterio citado del resto de la CAV?

En realidad se trataba de insistir sobre Gipuzkoa, la espinita. Ayer las basuras, hoy la hostilidad hacia las empresas. ¿Cuál será el próximo episodio de un Plan político ejecutado con la precisión de un relojero suizo y fielmente transmitido por leales telegrafistas?

En otras declaraciones, responsables patronales afirmaban que el problema de disponibilidades crediticias estaba superado ¡notición mundial! y el problema era la ausencia de mercado. Espeluznante y perogrullesco.

El tercer hombre, también «responsable» patronal predicaba desde el minarete más alto que la economía vasca no conoce el calor institucional.

Esas declaraciones son reveladoras de la incapacidad de algunos «responsables» en generar calor endógeno.

Euskal Herria se ha caracterizado por el espíritu emprendedor que no ha esperado el calor exterior institucional para realizar su deseo profundo de crear.

La «comunicación», más orientada sobre el tema Gipuzkoa que sobre la empresa, me parece totalmente «irresponsable» por atentar contra el carburante empresarial, la confianza. Guiños del calendario, el pregón citado se leyó el «Día de la Empresa».

La cultura del «beti negarrez» y de las plañideras solo ha aportado «peanuts», limosnas, con su correspondiente factura.

Estas líneas no excluyen un tema que desearía tratar, el de la necesaria transformación, indispensable para mantener un equilibrio, entre el trabajo y el capital cada vez más difícilmente identificable. Si se quiere adaptar la actividad empresarial al mundo en que vivi- mos, y, aún más, al que deseamos para nuestros hijos el modelo empresarial tiene que cambiar en cada uno de sus constituyentes, acción sindical, comprendida.

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