crónica | la muerte de nagore laffade, en teatro
Iruñea procesiona tras unos actores en recuerdo a Laffage
Cientos de personas acuden a la representación teatral de la muerte de Nagore Laffage en Sanfermines. La performance recorrió parte del recorrido del encierro, después de que el Ayuntamiento corrigiera su primera negativa.
Aritz INTXUSTA
La negativa del Ayuntamiento a permitir que la obra teatral en recuerdo a Nagore Laffage se representara a lo largo del itinerario del encierro no hizo sino incrementar la expectación. Una multitud se agolpó en los corralillos de Santo Domingo para ver el trabajo de Sandra Arroniz. Finalmente, la performance en forma de pasacalles solo tuvo que sortear la Estafeta y pudo transcurrir prácticamente por todo el recorrido.
Había tanta gente que, en algunos puntos, se hizo bastante difícil saber exactamente dónde estaban las actrices y actores, pese a la espectacularidad de las vestimentas. Muchos de los espectadores continuaban entre el gentío por solidaridad, pues solo había posibilidad de ver la obra cuando se paraba en un espacio amplio. Todo transcurría a paso muy lento. Entre los espectadores también se pudieron ver fotos de la joven irundarra.
La madre, parte de la obra
Se trató de una obra sobria, pero muy ambiciosa, pues intentó atrapar las sensaciones que dejó la muerte de Nagore (asfixia, luto, dolor, consternación...) y no en relatar lo ocurrido. Para ello, rescató cortes de voz de noticias sobre el juicio, e incluso la voz del médico que la mató asegurando no recordar nada ante el juez. También se oyeron 36 golpes en la plaza del Ayuntamiento, que recordaron las 36 heridas que se encontraron en el cuerpo de la víctima. La actriz que representaba a la joven que murió en los Sanfermines de hace cinco años apenas si lanzó un grito, dejando el resto al lenguaje corporal y a la versatilidad de un inmenso cono de tela, del que se sirvió para expresar cómo se quedó sin aliento y en el que se llegó a introducir, mientras la voz en off narraba el intento de José Diego Yllanes de descuartizarla, meterla en bolsas y deshacerse del cadáver en un campo cercano.
La performance fue cruda y el aire trágico se notó en el silencio de la muchedumbre que perseguía a los personajes, entre los que destacaba una estirada figura enlutada que representaba el dolor de su familia y amigos. La emotividad del acto se vio acrecentada también por la presencia de la madre de Laffage, Asun Casasola, que se volvió a colocar tras una pancarta y vestía una camiseta con el retrato de su hija y la leyenda «Zure oroimenez. Por tu recuerdo». La protesta de la madre y de la gente que la acompañaba se integró también dentro de la representación.
Los personajes, salvo el de Laffage e Yllanes, eran abstractos. Había tres figuras de porte episcopal, que avanzaban lentamente y lanzando bendiciones. También se distinguía a varios actores embutidos entre montones de periódicos y que lo fotografiaban todo, reflejando el papel que jugaron los medios de comunicación en un caso que tuvo un enorme componente mediático a nivel local y estatal. Finalmente, y tras la confesión de Yllanes, fue un jurado el que descartó el asesinato y le condenó por homicidio.