UDATE | Iruñeko Sanferminak: Chandríos sanfermineros
Y se acabó correr ante los «txotikos»
Ramón SOLA
Hace tres años un animoso corredor llevó 7.000 firmas al Parlamento navarro para pedir la recuperación de los encierros txikis. Con eso volvió a la memoria colectiva aquel auténtico chandrío que se acabó en 1987. Los txikis lloraron -lloramos- amargamente el fin de la diversión. En Iruñea siempre ha sido costumbre «jugar a encierros», así que cuando en 1979 algún herodes local decidió convertirlo en real, triunfó. Se afirmó que convenía hacer cantera para que los pamplonicas no entrásemos de golpe y porrazo al encierro mayor. Y coló.
Había que madrugar, eso sí. A eso de las 8.30, cuando en Estafeta todavía olía a toro de verdad y al sudor de los mayores, a la altura de la Bajada de Javier llegaba un camión que abría el portón trasero, y por la rampa salían escopeteados seis bichos. No se sabe si eran becerros, «cabricas» o «txotikos», pero corrían que se las pelaban. Y aunque los voluntariosos mozos de las peñas estaban al quite -más de una vez tuvieron que llevarse a los corrales en volandas a los cuadrúpedos-, cada mañana traía un parte médico considerable: un traumatismo en la cabeza por aquí, un esguince por allá, un brazo roto por acullá... Nada que no pase todos los días en los columpios, dirá alguno. Otra animalada de estos naburros, debían pensar otros.
El caso es que cuando habíamos logrado convencer a las madres para que nos dejasen entrar, nos creíamos divinos de 14 años y hasta parecía que se ligaba más, en vísperas de Sanfermines de 1987 llegó la Consejería de Interior navarra y mandó parar. Que si era muy peligroso, que si algún día iba a pasar una desgracia, que si en Europa lo miraban mal... unos moñas. Las peñas se resistieron, el Ayuntamiento consiguió una prórroga de un año, pero en 1988 se acabaron los «txotikos» y con ello también parte de la inocencia.