No parece, por lo visto de cerca, que se haya convertido en una fuente de cohesión europea. Lo que sí queda claro es que los publicistas deben haber estudiado muy bien el asunto porque hay muy pocos anuncios, pero de productos muy caros, no al alcance de las clases medias europeas, sino de sus dirigentes, tanto en relojes como en automóviles. Por algo será. Quizá sea una manera muy aséptica de despertarse en un hotel de la comunidad europea, con noticias muy limpias, muy bien elegidas las imágenes, con unos textos muy concretos y sin apenas meterse en asuntos internos de ningún socio, por lo que la tranquilidad está asegurada. Quizá estos mismos motivos de este tono tan híbrido, sea el que se haya convertido en poco menos que clandestina.

Porque existen muchas maneras de despertarse televisivamente, y en estos días, claro está, con el sonido ambiente de las calles con riadas de humanidad por donde circulan a la velocidad del rayo unos astados muy bien vestidos. Otros muy desaliñados, con las marcas de la noche dotando de identidad visual para su localización. La conductora del programa de los encierros en TVE se ha empeñado en saber qué sienten sus invitados que acaban de correr el encierro cuando están allí, en medio del gentío esperando que lleguen la docena de bovinos en footing obligado. Es una pregunta de la edad del acné y no sienta bien. Como no me sienta bien la insistencia de Solano en que creamos que un encierro es una concatenación de «milagros». No, es un caos que se resuelve por sí mismo. Vaya despertar.