Cantinillo, que cerraba festejo, no estuvo por la labor. El morlaco saltó hasta en dos ocasiones al callejón buscando escapar de una arena en la que barruntaba su muerte. La misma que le estuvo a punto de infligir a su oponente con la muleta, un Juan del Álamo que se arrimó en consonancia a la Monumental iruindarra, y que se salvó de milagro del percance.

En el otro lado de la balanza, Manuel Escribano, la revelación de la temporada, tuvo más suerte con el lote de Dolores Aguirre que le tocó. Sobre todo al primero de la tarde, Mascarito, al que consiguió arrancarle un apéndice, tras conectar con el tendido. Fallar con la espada en el cuarto impidió repetir trofeo.

Joselillo también lo intentó con todas las artes taurinas posibles, pero no pudo cobrar oreja. El diestro madrileño hubo de conformarse con sendas ovaciones, toreando para sol en el primero, pero pegando dos posteriores pinchazos, y brindando el segundo al público e intentando sacar algo, pero le fue imposible ante un complicado enemigo.