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Irantzu Arzuaga y Santi Hernando | Pablo eta Patxo kalean eta libre ekimena

Mañana ya será demasiado tarde

Víctimas de aquella tan famosa como catastrófica teoría del «todo es ETA» en la que fue su casilla de salida: el sumario 18/98. Tras un juicio que debería estudiarse en las facultades de Derecho fueron sometidos a pena sin crimen, a castigo sin delito

El ciclo natural de la vida nos hace avanzar, inexorablemente. La alternativa, ciertamente, no lo es tal. Hoy, 11 de julio Patxo Murga cumple 72 años, Pablo Gorostiaga lo hará el 21 de noviembre. No sería reseñable, más allá de la oportuna celebración al calor de sus familias y amistades, si no fuera porque ambos están en prisión. Concretamente y por mor de la política de dispersión, en Mansilla (León) y en Herrera de la Mancha (Ciudad Real).

Víctimas de aquella tan famosa como catastrófica teoría del «todo es ETA» en la que fue su casilla de salida: el sumario 18/98. Tras un juicio que debería estudiarse en las facultades de Derecho como prototipo de la arbitrariedad y la parcialidad, fueron sometidos a pena sin crimen, a castigo sin hechos delictivos. Todos recordamos que la acusación tenía que ver con el impulso del periódico «Egin» y su participación en algún órgano de su dirección. De ahí, el recuerdo del salto que la Audiencia Nacional daba a integración en banda armada nos es más etéreo, cuesta más acordarse: ¿«Egin» ayudaba a ETA o era ETA quien pagaba este? ¿Patxo y Pablo dirigían «Egin» por orden de ETA o era al revés? ¿Pertenecían a «Egin» por lo que colaboraban en ETA o...? La justificación pretendidamente jurídica y presuntamente en Justicia que emplease entonces el tribunal excepcional para enviarlos a prisión no oculta la motivación real que le movía: la revancha política. Penas de 8 años de prisión por actividades sociales, por ejercer la libertad de expresión y el derecho de información, por ser activistas políticos y referentes cívicos.

En la época en que se celebraba el fatídico juicio, otro exalcalde de Laudio, ya en calidad de lehendakari, era llevado ante la justicia por haberse reunido con Batasuna. En una concatenación de silogismos inconcebibles, Juanjo Ibarretxe habría participado también en los designios de ETA. En este caso, la conclusión judicial fue más proclive al procesado. Pero ambos casos dibujan una realidad que nos empeñamos en dejar abandonada en el pasado.

Pablo y Patxo agotaron la vía judicial española y recurrieron a la internacional, esperando la respuesta del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Esperando. Así han rebasado los 6 años de prisión, tres cuartas partes de la condena impuesta. Así han superado 7 décadas de vida. El artículo 92 del Código Español nos indica que «los sentenciados que hubieran cumplido la edad de 70 años, [...] podrán obtener la concesión de la libertad condicional». Es el mismo criterio que, con similar lógica, se aplica a enfermos muy graves con padecimientos incurables. Ambos solicitaron la libertad condicional. La respuesta de Instituciones Penitenciarias es la de quien no entiende de argumentos legales. Tampoco de los humanitarios.

Al factor edad se suman otros padecimientos no ajenos a ella. Patxo sufre hipertensión, por la que está siendo tratado. Tiene controles sobre el corazón, que le llevan periódicamente al hospital, en condiciones de extrema seguridad e ínfima condescendencia. Por su parte, en el caso de Pablo las dolencias no son meros achaques de la edad. Resulta insoportable imaginarlo durmiendo en la fría prisión de Herrera con «un anorak puesto, guantes y gorro de lana», como denunciaba su familia. «Los años corren de otra manera que con 25, el riesgo de que les ocurra algo es infinitamente mayor y su expectativa de vida es mucho menor», añadían sus allegados.

Y es que las circunstancias familiares son también a tener en cuenta: Patxo tiene a su hijo Andoni en prisión, en A Coruña, algo que, sin duda afecta irremisiblemente a Begoña, que debe atender a ambos. Judith, mujer de Pablo, sufre una grave enfermedad y, además de estar impedida de realizar el viaje hasta Herrera, precisa de asistencia con- tinua. Sin duda, a otro nivel, pero seis nietos necesitan también de su aittitte. Esos que salen a ver la luna de Albitzu, porque más allá de la distancia, saben que comparten con Pablo esa vista.

La trayectoria vital y humana de Pablo y Patxo les hace acreedores de un trato diferente, que deje atrás la crueldad de la situación que actualmente padecen. Pocos vecinos y vecinas de Laudio pueden entender esta situación. Ninguno acertaría a verbalizar una justificación.

De hecho, Pablo ha sido elegido para lanzar el txupinazo de fiestas de Laudio por sus convecinos. Quien compartió años de corporación con él, ahora Delegado del Gobierno, ya ha puesto el grito en el cielo ¡qué otra cosa esperar de semejante personaje! Sin embargo, el pueblo de Laudio lo asumirá con total normalidad y naturalidad. Porque lo realmente anormal y antinatural es la situación a la que ambos están siendo sometidos.

Que se termine ya una medida que solo se puede entender desde una inclinación exacerbada a la venganza y la revancha inhumana. Que termine además ya. Queremos a Pablo y Patxo libres y en la calle. Mañana ya será demasiado tarde.

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