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UDATE | Iruñeko Sanferminak

Los Sanfermines se han politizado

Los políticos han demostrado ser un gran ejemplo a seguir, también en fiestas. A veces, ver las consecuencias de sus actos entre los juerguistas no es plato de su gusto. Pero, durante nueve días, no dirigen nuestras vidas.

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BIzardun MOZORROTUA

Desde el respeto institucional, las fiestas de Iruñea cada día están más politizadas. Uno de los actos de politización más clara de las fiestas es la práctica de escaparse a la playita a remugar las resacas y perderse las mejores juergas del mundo. Desde que ETA dejó las armas, esto se llama «hacerse un  Patxi López». Y en su versión montañera, es «un Txentxo». Por contraprestación, la capacidad para estar en todas partes se conoce como tener el don de la «u.barkuidad».

La clase política navarra nos ha aportado cientos de ejemplos de politización festiva.  A pirarse a mitad de noche sin avisar a la cuadrilla se denomina desde hace un par de días «currarse un Carmen Alba». Cuando intentas quedar con alguien y te dice que sí, pero al final es que no, eres víctima de «un  Roberto Jiménez». Y, si te asaltan el piso dos docenas de colegas, se dice que tienes la casa «como la del padre de Rober».

Desde que se conocieron las aventurillas de Jesús Pejenaute con fajos de billetes de 500, la ropa ya no se lava, se «pejenautea».  Asimismo, el «retraso Maya» está afectando como una plaga a todos los juerguistas. Se les nota en que responden a todo veinte minutos más tarde. Cuando el retraso Maya sube de grado, se habla de «esporrinamiento». Los iruindarras empezaron a esporrinarse el día después de que Barcina echara del Gobierno a Jiménez vía motorista. Eran las ocho de la mañana cuando Maite Esporrín (parlamentaria del PSN) fue asaltada por los periodistas a los que confesó que no tenía ni puñetera idea de que el Gobierno estaba roto, a pesar de que los periódicos ya recogían la noticia.

Desde el respeto institucional, no se puede pretender que la ciudad se esporrine en fiestas. Por mucho retraso Maya que tenga, Iruñea está como la casa del padre de Rober el día del pucherazo de Pitillas y es imposible que les pejenautee las vergüenzas. Y, además, no le da la gana.

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