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Incineradora de Zubieta: fin al despropósito

La decisión de GHK -institución para la gestión de residuos de Gipuzkoa- de suspender las obras de la incineradora de Zubieta es de sentido común. Pone fin a un despropósito monumental con episodios tan indignantes como la adquisición de productos financieros tóxicos para financiarla o la presentación de un proyecto a concurso en el que sospechosamente desaparecen elementos de la autorización ambiental de Lakua. Y no se trata de pequeños errores, de disfunciones más o menos comunes en el normal funcionamiento de toda obra pública. Desaparece, por ejemplo, la infraestructura especial para el depósito de cenizas procedentes de la incineración, parte de las cuales son muy tóxicas. Alguien debería explicar cómo pretendían que fuera posible un gato por liebre de semejantes dimensiones, cuáles son las razones para ello y quiénes son responsables de esa chapuza. Desgraciadamente, no se les espera. Siguen en su particular guerra de las bolsas de basura.

Si la generación de gases tóxicos con compuestos cancerígenos como la dioxina, la elevadísima inversión económica y los costes del tratamiento, y el hecho de que la necesidad de rentabilizar la inversión anula la puesta en marcha de políticas encaminadas a la reducción y reutilización de residuos son poderosas razones para oponerse a la incineradora, a la luz de los últimos datos a GHK le sobran ahora evidencias técnicas y razones jurídicas para parar definitivamente el despropósito. Además, cuenta para ello con un apoyo popular incontestable.

No faltarán quienes pongan el grito en el cielo por el supuesto coste de las indemnizaciones que puedan derivarse hacia el grupo de empresas -FFCC, Altuna y Uria, Serbitzu y AE&EInnova- que ganó el concurso en medio de acusaciones de trato de favor. Son los mismos que ven en la basura una joya preciada y en la incineración un negocio millonario. GHK, sin embargo, tiene margen para defender el dinero de los guipuzcoanos. Y sus gestores pueden estar satisfechos de su decisión, porque la salud pública y un futuro sostenible no tienen precio.

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