Raimundo Fitero
Rombos
TVE vuelve a los rombos. No tienen una idea que no haga pensar en su empeño en encontrar el eterno retorno al blanco y negro franquista. Todo lo que va sucediendo en la cadena estatal forma parte de una debacle tan escandalosa que no parece tener remedio. El hurto constante de información relevante a su audiencia entra ya en el ridículo más patológico ya que creen que existen televidentes fieles que solamente ven sus canales de manipulación. Es una falta de olfato político tremendo, pero un desconocimiento de los comportamientos de los telespectadores que si algo son, son infieles.
Lo de volver a utilizar los rombos para señalar la perniciosidad moral de los programas es una estulticia festoneada de incompetencia. Va a ser un reclamo para que los niños y niñas de familias retrógradas que se fijen en esas recomendaciones morales y religiosas sepan qué tienen que ver para enterarse de algo que debe tener mucha enjundia porque en su casa les niegan o les recomiendan no verlo. Los rombos no son una simbología moralista sino una muestra de la intolerancia y del adoctrinamiento fanático.
¿Qué harían los responsables de colocar rombos con el caso Bretón? La cara de ese declarado culpable por unanimidad del jurado del asesinato de sus dos hijos es bastante descifrable. Da miedo. Sus ojos transmiten obsesión, frialdad, una mirada que escapa de los mínimos recomendables de la empatía de parentesco, como si no tuviera alma, una suerte de deshumanización argumentada. ¿Cuántos rombos pondrían los expendedores de doctrina moral al juicio retransmitido, las declaraciones visionadas, los debates ocasionados alrededor de este caso que de verdad forma parte de la España negra, aunque la hayan coloreado mucho en los platós y en las retransmisiones? ¿Y cómo señalarían la barbaridad moral constante del pringao González Pons, el mitinero pasota?
Lo cierto es que volvemos a estar hablando del dirigismo moral, de la censura inducida, de la malformación informativa, de la manipulación y del desajuste de tiempo histórico de un gobierno acorralado entre el rosario de Rouco y los escupitajos al aire de Bárcenas. ¿Cuántos rombos necesitaría este culebrón político?