Aunque muchas cosas siguen igual, Euskal Herria es diferente
Mañana se cumplirá el decimoquinto aniversario del cierre por la fuerza -la que se desprende de una orden judicial y doscientos policías armados- de «Egin» y Egin Irratia. Un ataque a la libertad de expresión que precedió a unos cuantos más y que pretendía dejar a una parte muy importante de la sociedad vasca sin referencia informativa. Quienes perpetraron la agresión calcularon mal la capacidad de respuesta de este pueblo, pero la encomiable réplica que sucedió al cierre no le quita un ápice de gravedad al mismo. Sobre todo, porque todavía hay varias personas encarceladas por su relación con un periódico que cumplió honrada y dignamente su cometido, ser la voz de aquellos a los que se la habían hurtado.
En estos quince años muchas cosas han cambiado en el mundo y, por supuesto, también en Euskal Herria. Basta echar un vistazo al libro «Letras para la libertad» y a las informaciones y portadas recopiladas en él para darse cuenta. Sin embargo, hay otras cuestiones que permanecen inalteradas, como si nada hubiera cambiado desde que Baltasar Garzón y el PP de José María Aznar ejecutaron al alimón la «Operación Persiana».
Fiesta, gestión y represión
La inquina del navarrismo españolista -o el españolismo navarro- respecto a cualquier elemento representativo de la nación vasca, por ejemplo, es hoy igual de montaraz que entonces, tal como ha quedado de manifiesto en estos sanfermines. El capítulo de la ikurriña gigante desplegada minutos antes del txupinazo y la hilarante respuesta del alcalde, Enrique Maya, a quien no le importó hacer el ridículo a escala planetaria, no desmerece a algunas informaciones que en los años 70, 80 y 90 del siglo pasado vetearon la semana festiva por excelencia de este país. Puede decirse, de hecho, que algunos mandatarios navarros permanecen anclados donde estaban ya décadas antes del nacimiento de «Egin».
Tampoco ha cambiado mucho el uso y abuso que algunos partidos han hecho de la gestión institucional y de las propias instituciones. Episodios como los de Bidegi y su deuda millonaria; el proyecto de la incineradora de Zubieta; el convenio entre el Consistorio de Bilbo, Bilbao Ría 2000 e Iberdrola; la quiebra del BEC; etc. dan la medida de hasta qué punto ciertos políticos siguen creyendo que los organismos públicos a su cargo forman parte de su patrimonio. Los lectores y lectoras de «Egin», familiarizados con los chanchullos que sacó a la luz el clausurado diario, no evitarán observar cierta semejanza entre aquellos casos y estos últimos.
Asimismo, el partido que gobierna ahora en Madrid es el mismo que entonces. El Gabinete de Aznar entró como un elefante en una cacharrería, dinamitando marcos de diálogo y haciendo de la represión leit motiv de su política respecto a Euskal Herria. Mariano Rajoy, paradójicamente enemistado con aquel que le nombró sucesor, no le va a la zaga, aun cuando los parámetros del conflicto han cambiado sustancialmente. A pesar de que ETA ha desactivado definitivamente su acción armada, el PP mantiene una actitud de extrema dureza, rechazando toda opción de diálogo y con las prisiones como principal escenario de su crueldad. El mantenimiento de la doctrina 197/2006, la actitud respecto a los presos y presas enfermas, la negativa a repatriar a los prisioneros, muestran que en este terreno la posición del Estado no ha variado. Y si lo ha hecho ha sido a peor.
Pero este país ya no es el mismo
Existen, por tanto, actitudes, políticas e incluso poses que no han cambiado en estos quince años. Y, sin embargo, este país no es el mismo que en julio de 1998. Porque, regresando a los sanfermines y lo ocurrido el día 6 en la plaza del Ayuntamiento, a nadie se le escapa que la respuesta del primer edil iruindarra no es ajena a la situación política navarra y a la suya propia, imputado en el caso de las dietas de Caja Navarra. La posibilidad de que se produzca un cambio real en Nafarroa, que relegue a las fuerzas que han sido hegemónicas hasta ahora, es vista con indisimulada preocupación por quienes dentro y fuera de las instituciones manejan las riendas en el herrialde. Soplan aires de cambio.
Del mismo modo, la administración de la CAV ya no puede ser gestionada como un batzoki. En este tiempo han cambiado las alianzas y la correlación de fuerzas en los tres territorios occidentales, y existe una alternativa, también a nivel institucional, al modelo que durante tres décadas ha imperado en la administración casi de forma absoluta. La paralización de la incineradora de Zubieta, un paso sin vuelta atrás según explica hoy en estas páginas la presidenta de GHK, es ejemplo de ello.
Y qué decir del Estado español, acosado por una crisis económica, social y de identidad. Con una clase política sin ningún crédito y caracterizada por una corrupción sistémica -el «caso Bárcenas» es paradigmático- y la tensión social en aumento, el futuro del marco diseñado a la muerte de Franco es incierto. En este contexto, mientras ve cómo Catalunya afronta su porvenir en solitario, la actitud saboteadora de Madrid respecto al nuevo escenario político vasco es síntoma de debilidad y falta de proyecto. Utiliza la llave de las cárceles como herramienta para ganar tiempo, pero los gobernantes españoles saben que eso es lo único que pueden conseguir ya. «Egin» no podrá hacerlo, pero otros nos encargaremos de contar que este pueblo, por fin, camina libre.