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El modelo de Estado y la máquina trituradora

El multimillonario extesorero del PP, Luis Bárcenas, ha confirmado en sede judicial lo que era un secreto a voces. A saber, que las empresas favorecidas desde el diario más influyente, el Boletín Oficial del Estado, pagaban suculentas cifras de dinero que, además de financiar al partido, estaban destinadas al enriquecimiento personal de sus dirigentes. Y esto no era un fenómeno circunstancial, sino una práctica sistematizada y organizada que mediante la política, saltándose las leyes y los procedimientos administrativos engrasaba el normal funcionamiento de una mafia articulada en el seno del PP. No, ni este modus operandi ni la corrupción son un problema de personas concretas, ni llamándolo el «caso Bárcenas». Es el mecanismo básico por el que se ha regido la política española, su bloque económico y político y uno de sus principales pilares, el duopolio del PP y el PSOE.

A la luz de todas las evidencias, el presidente Rajoy se tambalea como un cadáver político. Con sus esperpénticas piruetas y sus atronadores silencios podrá ganar tiempo, intentará judicializar al máximo los escándalos y se enfrascará en ridículos concursos de fariseismo para dilucidar quién es el campeón del «¡y tú más!» con sus adversarios, pero en vano. Además de que su futuro dependa de las crisis de sinceridad de su extesorero, lo más relevante es que la corrupción del PP es un síntoma de un mal mucho más devastador y con multitud de indicativos para la alarma: la descomposición del modelo de Estado emanado de la Transición.

Todo esto revela que otro punto de soldadura más que sostiene la estructura española ha saltado. Da una velocidad más a la máquina que está triturando su estabilidad y su legitimidad. Sin duda, este escándalo seguirá desparramándose y conocerá nuevas entregas. Acelerará el proceso de descomposición y acercará al modelo de Estado a su propio colapso. Son tiempos de impotencia para la idea de España. En esos claroscuros surgen las oportunidades. Y los monstruos.

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