GARA > Idatzia > Iritzia> Txokotik

Fermin Munarriz | Periodista

Gritos y susurros

Las revelaciones de Edward Snowden han hecho la función del golpe de dedo que tumba la cadena de fichas de dominó. En un abrir y cerrar de ojos, hemos pasado de intuir que el espionaje sobrepasaría algunas de las barreras legales del recelo entre países a constatar el acecho generalizado sobre sus incautas poblaciones. La vigilancia lo cubre todo sin saberse realmente bien qué o a quién persigue. Solo en Alemania, un día corriente la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU llega a controlar unos 20 millones de conversaciones telefónicas y 13 millones de comunicaciones en internet de ciudadanos... germanos. Y en Londres espían hasta a los delegados diplomáticos del G-20. Como un camarote de los hermanos Marx, pero con espías informáticos y soplones. Incluso algunos dirigentes europeos se han mostrado airados por esta desconfianza entre amigos, porque una cosa es que los colegas fisguen en los planes políticos o comerciales y otra que escudriñen a tu empleada del hogar. Esto último genera más inseguridad en los gobernantes.

Precisamente es la seguridad el argumento que emplean gobiernos y agencias de inteligencia para justificar sus actividades ilegales de control sobre la ciudadanía. La alarma ante enemigos implacables. Pero una cosa es el espionaje y otra la vigilancia de la propia población. El primero rinde a la salvaguardia de un estado; la segunda, a la de sus gestores.

Para las personas de a pie, seguridad es tener un trabajo estable, acceder a la educación y la sanidad, tener garantizado un retiro digno... En definitiva, que nadie de los suyos quede abandonado. ¿Y si usted no tiene enemigos? No se preocupe, ellos se lo encuentran. Son expertos. Es más, si se muestra muy suspicaz, se lo llevan a la puerta de casa. Necesitan un pretexto para seguir vigilándole porque saben que la desconfianza y la subversión se gestan en voz baja. O en mensajes breves.

Si realmente los servicios de inteligencia quisieran saber qué apremia a la población que dicen proteger y cuáles son sus temores, bastaría apagar los costosísimos equipos de observación y salir a las calles para escuchar los gritos de indignación en cualquier lugar del mundo. No hay máquina de información más eficaz; lo sabemos bien en esta tierra. Pero a ellos no les interesan nuestros gritos; les interesan nuestros susurros.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo