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Biografía autorizada de los singulares Extremoduro

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Pablo CABEZA | BILBO

No es lo habitual que Extremoduro participen oficialmente de cualquier propuesta. Robe Iniesta es reflexivo con las cosas que le atañen, por lo que estudia con cuidado quién, para qué y cómo se va a desarrollar el proyecto que fuere.

Javier Menéndez Flores, escritor y periodista madrileño, ha tenido suerte o, seguramente, Iniesta ha visto en él los suficientes valores como para animarse en dar el visto bueno a la biografía y el concepto de libro. Y precisamos lo de «animarse» porque ser el autor de biografías como las de Miguel Bosé o Dani Martín, quizá no encajen, de cara, en el perfil que busca un extremoduro. No obstante, Menéndez es también autor de otras biografías (Joaquín Sabina), novela y un ensayo cinematográfico.

Menéndez comenta: «Cuando los miembros de Extremoduro bautizaron el tipo de música que hacían como rock transgresivo no solo estaban mandando un mensaje inequívoco acerca de su intención de alejarse por completo de todo lo que se cocinaba en el resto del país; sino que la autoasignada etiqueta trataba de explicar un modo hasta entonces inédito de entender y concebir la música».

No ya la música, sino incluso la forma de progresar ya que también la banda fue una de las pioneras en solicitar ayuda popular para llevar a cabo su primera maqueta a finales de la década de los ochenta.

Según Menéndez el que resiste, vence. «Y uno de de los muchos aciertos de Extremoduro ha sido, justamente, permanecer fieles a sus raíces, a su naturaleza bizarra, a su modo de entender la música; mantener una línea de coherencia y no haberse dejado sobornar por muy tentadoras que hayan sido las ofertas. ¿Pactar con el diablo? Ellos son el diablo».

No, señor

En el libro de 270 páginas, de pastas duras y papel cuché de alto gramaje, Menéndez escribe: «Keith Richards declaro que lo mejor de haber triunfado era sin duda no tener que decir nunca más `sí, señor´. Y esa máxima vital es la que ha empujado al músico y poeta placentino desde sus inicios, aun antes de conocer el éxito, a hacer como el dice lo que le sale de los güevos. Y en esa libérrima filosofía de vida se incluye, por su puesto, el tipo de canciones que quería componer».

En la página 91 se trata pro el autor el inicio como músico de Roberto Iniesta. Está bien, pero es una pena que no se logre profundizar más en el detalle de esos años de juventud, trazar más profundamente el crecimiento de Iniesta y su posterior nomadismo. Seguramente no se deba a la insistencia del autor sobre el asunto, sino que Iniesta no es una persona dada a detallar su vida, que, curiosamente, es lo que más valora el lector, pues las andanzas ya las reflejan entrevistas y crónicas con el papel como testigo.

Roberto Iniesta es ejemplo con su explícita poesía urbana

Destripando las diferentes etapas en la vida musical de Extremoduro, el autor de «De profundis» va situando cada disco en su época y entorno social. Recoge el poder de la palabra, cómo la poesía popular y realista engorda los textos de Iniesta y cómo estos impregnan a miles de bandas y letristas. Quizá sea un poco exagerado, pero cabe preguntarse si muchos letristas que han realizado un buen trabajo hasta el momento con su poesía urbana, hubiesen salido del tópico o de su cáscara sin el largo y brillante camino abierto por Roberto Iniesta. Por fortuna, Extremoduro ha creado escuela en lo musical y en la forma de narrar y ha contado con alumnos aventajados. P.C.

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